Las altas temperaturas récord, la lluvia y el desplome de una plataforma de hielo en la Antártida Oriental han suscitado preguntas y preocupación sobre el posible papel del cambio climático en la parte más fría y seca del mundo.
Los sucesos se produjeron justo después de que la superficie mínima de hielo marino de la Antártida, tras el deshielo estival, descendiera por debajo de los 2 millones de kilómetros cuadrados (772.000 millas cuadradas) por primera vez desde los registros por satélite de 1979, según el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo de Estados Unidos.
El clima antártico y la extensión del hielo marino están sujetos a grandes variaciones naturales de un año a otro y están influenciados por los fuertes vientos de esta remota parte de la Tierra que se extiende sobre 14 millones de km2. La temperatura media anual oscila entre unos -10 °C en la costa antártica y -60 °C en las zonas más altas del interior.
La Península Antártica (el extremo noroccidental cercano a Sudamérica) se encuentra entre las regiones que más rápidamente se han calentado del planeta, con casi 3°C en los últimos 50 años. La remota Antártida Oriental, en cambio, se ha visto hasta ahora menos afectada.
Sin embargo, en la tercera semana de marzo, las estaciones de investigación de la Antártida Oriental registraron temperaturas sin precedentes.
Por ejemplo, Vostok, en el centro de la meseta de hielo, alcanzó un máximo provisional de -17,7℃ (0,14°F), batiendo el récord anterior de -32,6℃ (-26,68°F). La estación rusa, situada a 3.420 metros de altitud, tiene el récord oficial de temperatura más baja del mundo: -89,2°C (-128,6°F), según el Archivo de Extremos Meteorológicos y Climáticos de la OMM.
La estación de investigación italo-francesa Domo Concordia (Dome C), situada también en el altiplano, registró la temperatura más alta de su historia en cualquier mes, unos 40℃ por encima de la media de marzo.
"La cálida temperatura en el Domo C, todavía muy por debajo del punto de congelación, es probablemente más bien una llamada de atención, que no tiene un impacto local significativo en la capa de hielo interior. Por otro lado, el hecho de que la temperatura estuviera muy por encima de 0°C y que lloviera en la costa aguas arriba el día anterior es más preocupante. Las precipitaciones son poco frecuentes en la Antártida, pero cuando se producen tienen consecuencias en los ecosistemas -en particular en las colonias de pingüinos- y en el balance de masas de la capa de hielo", comentaron Etienne Vignon y Christoph Genthon, ambos del Laboratoire de Météorologie Dynamique, IPSL/Sorbone Université/École Polytechnique/CNRS UMR 8539, de París, y expertos de la Vigilancia Mundial de la Criosfera de la OMM.
"Afortunadamente ya no hay pichones de pingüinos en esta época del año, pero el hecho de que esto ocurra ahora en marzo es un aviso de lo que está en juego en las regiones periféricas: la fauna, la estabilidad de la capa de hielo. Aquí la temperatura cálida en el Domo C es una fuente de nerviosismo para los climatólogos, que llueva en la costa en marzo es una fuente de preocupación para todo el mundo", dijeron los expertos, ambos del Laboratoire de Météorologie Dynamique, IPSL/Sorbone Université/École Polytechnique/CNRS de Francia.
El calor y la humedad fueron impulsados principalmente por un río atmosférico, una estrecha banda de humedad recogida en los océanos cálidos. Los ríos atmosféricos se encuentran en el borde de los sistemas de baja presión y pueden mover grandes cantidades de agua a través de vastas distancias.
"Este suceso está reescribiendo los libros de récords y nuestras expectativas sobre lo que es posible en la Antártida. ¿Se trata simplemente de un acontecimiento extrañamente improbable, o es una señal de lo que está por venir? Por ahora, nadie lo sabe", tuiteó el Dr. Robert Rohde, científico principal de Berkeley Earth.
Los científicos dicen que es demasiado pronto para decir definitivamente si el cambio climático es la causa.
El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático sobre la base de la ciencia física -que forma parte de su Sexto Informe de Evaluación en curso- dice que: Las observaciones muestran una tendencia generalizada y firme al calentamiento a partir de la década de 1950 en la Península Antártica. Se observan tendencias de calentamiento significativas en otras regiones de la Antártida Occidental y en algunas estaciones de la Antártida Oriental.
"La Antártida ha sido calificada a menudo como un "gigante dormido"... es el continente más frío, ventoso y seco y, a menudo, se piensa que es relativamente estable. Sin embargo, las temperaturas extremas y los derrumbes de las plataformas de hielo recientes nos han recordado que no debemos pensar en la Antártida como algo seguro. Las capas de hielo de la Antártida contienen casi 60 metros de aumento potencial del nivel del mar. Por lo tanto, comprender y vigilar adecuadamente el continente es crucial para el bienestar futuro de la sociedad", afirmó el Dr. Mike Sparrow, director del Programa Mundial de Investigaciones Climáticas copatrocinado por la OMM.
El incremento de la frecuencia de las temperaturas extremas pone de manifiesto la importancia de las observaciones fiables de las estaciones operadas por las partes del Tratado Antártico. La obtención de mediciones continuas de calidad en la superficie de la Antártida plantea importantes retos. Por ello, la OMM se ha comprometido a reforzar los conocimientos técnicos y la cooperación a través de su red de Vigilancia de la Criosfera Mundial para mejorar las observaciones y la instrumentación.
La capa de hielo
Justo antes de la ola de calor, la plataforma de hielo Conger de la Antártida Oriental -una plataforma flotante del tamaño de Roma o Nueva York- se desprendió del continente el 15 de marzo de 2022. Su colapso fue captado por satélite.
Es demasiado pronto para decir qué desencadenó el colapso de la plataforma de hielo Conger, pero parece poco probable que haya sido causado por el derretimiento en la superficie. Desde el comienzo de las observaciones por satélite en la década de 1970, la punta de la plataforma se había ido desintegrando en icebergs en una serie de lo que los glaciólogos llaman eventos de calving.
Aunque su tamaño es relativamente pequeño y es poco probable que tenga una importancia global, el colapso de la plataforma de hielo fue otra señal de alarma.
"Como glaciólogos, vemos el impacto del calentamiento global en la Antártida en el aumento de la pérdida de hielo con el tiempo. Y lo que ocurre en la Antártida no se queda en la Antártida", según un artículo publicado en la revista Conversation por Hilmar Gudmundsson, catedrático de Glaciología de la Universidad de Northumbria, Adrian Jenkins, catedrático de Ciencias Oceánicas de la Universidad de Northumbria, en Newcastle, y Bertie Miles, Leverhulme Early Career Fellow, Geosciences, de la Universidad de Edimburgo.
"El calentamiento global está haciendo más probables sucesos como éste. Además, a medida que se derrumben más y más plataformas de hielo alrededor de la Antártida, la pérdida de hielo aumentará, y con ella el nivel global del mar .... No todo lo que ocurre en la naturaleza se debe únicamente al calentamiento global. La Antártida pierde masa a través de la descarga de icebergs y las plataformas de hielo que crecen y decrecen como parte de un ciclo natural. Pero lo que estamos viendo ahora, con el colapso de la plataforma de hielo Conger y otras, es la continuación de una tendencia preocupante por la que las plataformas de hielo antárticas sufren un colapso de área tras otro", escribieron.
Las dos principales capas de hielo -Groenlandia y la Antártida- llevan perdiendo masa desde al menos 1990, con el mayor índice de pérdida durante 2010-2019, y se prevé que sigan perdiendo masa, según el IPCC.
Como consecuencia del deshielo de las capas de hielo y los glaciares, la tasa de aumento del nivel del mar en el mundo ha aumentado desde que comenzaron las mediciones con altímetros por satélite en 1993, alcanzando un nuevo récord en 2021, según el informe provisional de la OMM sobre el Estado del Clima Mundial en 2021. El informe definitivo se publicará a principios de mayo.
La capa de hielo de la Antártida tiene un grosor de hasta 4,8 km y contiene el 90% del agua dulce del mundo, suficiente para elevar el nivel del mar en unos 60 metros si se derritiera.
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Las aves que observamos más a menudo hoy en día podrían ser diferentes de las que veamos dentro de unas pocas décadas.
El clima está cambiando, y se prevé que continúe haciéndolo en el futuro. Algunas especies tendrán que desplazarse si quieren seguir disfrutando del mismo clima que en la actualidad. Pero las zonas que tendrán unas condiciones idóneas podrían no disponer de su hábitat preferido, empujándolas a una difícil decisión.
Además, algunas se enfrentan a otras amenazas como la intensificación agraria, la contaminación por pesticidas, el abandono de los usos tradicionales del suelo o el desarrollo de campos eólicos. Estas amenazas podrían sumarse a la del clima, poniéndolas en aprietos. Afortunadamente, existen herramientas como los espacios protegidos que pueden ayudar a amortiguar estos impactos.
Así, el cambio climático, la disponibilidad de hábitat y la protección frente a otras amenazas podrían determinar cuáles serán las aves más comunes en el futuro. También dónde las encontraremos.
Acabamos de publicar un libro en el que analizamos estas tendencias y predecimos el devenir de 68 especies comunes en la España peninsular para mediados de siglo XXI.
Ganadoras y perdedoras
Las aves en España están respondiendo al cambio climático de forma variada. En los últimos veinte años, algunas especies se han visto favorecidas y otras perjudicadas por el calentamiento global.
El cistícola buitrón, la curruca cabecinegra y el verderón común comparten la preferencia por los ambientes cálidos. Es probable que esto sea la causa del aumento en su abundancia registrado en las últimas décadas. Además, las predicciones postulan que continuarán expandiéndose en el futuro, siendo algunas de las beneficiadas por el cambio climático.
Por el contrario, la alondra común prefiere el fresco de la montaña. En la época reproductora nidifica en pastizales, prados de siega o páramos por encima de los 1 500 m de altitud. Pero el calentamiento global empeorará el clima de las parameras donde hoy en día es más abundante. Por tanto, tendrá que conformarse con condiciones climáticas subóptimas que harán que sus poblaciones sean menos numerosas.
La abundancia de la alondra disminuye a medida que aumentan la temperatura y la precipitación. Esto nos indica que esta especie prefiere ambientes frescos y secos.
Algunas están de suerte
El carbonero garrapinos también prefiere los ambientes frescos de los bosques de montaña. Como para la alondra, los modelos predicen que el clima reducirá sus poblaciones. Sin embargo, los registros de SEO/BirdLife desde 1998 indican lo contrario: sus poblaciones han ido aumentando poco a poco desde entonces.
Paradójicamente, su salvación puede estar muy relacionada con el ser humano. Como sugiere su nombre, el garrapinos habita principalmente en bosques de coníferas. Por ello, el aumento de la superficie forestal registrada en España a causa del abandono rural podría estar compensando las limitaciones impuestas por el clima.
De hecho, el carbonero garrapinos no es la única especie afortunada. Otras aves forestales como el pico picapinos, el arrendajo euroasiático, el mosquitero papialbo, la curruca capirotada, el reyezuelo listado, el trepador azul, el zorzal común y el zorzal charlo podrían correr la misma suerte. Mientras que el calentamiento global hará más difícil su supervivencia, el aumento de sus hábitats preferidos jugará a su favor.
Carbonero garrapinos (Periparus ater). John GB Garrett / Wikimedia Commons, CC BY-SA
Impacto del cambio climático en las aves
Para predecir el impacto del cambio climático sobre las aves necesitamos conocer qué condiciones de temperatura y precipitación son sus preferidas. Para estudiar y modelizar las preferencias de las especies, observamos dónde son más abundantes actualmente.
En este caso contamos con los datos de campo recogidos por cientos de observadores voluntarios que colaboran en el programa SACRE de SEO/BirdLife. Sus registros han permitido estudiar la tendencia de las aves comunes reproductoras en España, año tras año, desde 1998.
Ejemplar de pico picapinos (Dendrocopos major). Sławomir Staszczuk / Wikimedia Commons, CC BY-SA
Curruca rabilarga (Sylvia undata). Jürgen Dietrich, CC BY-SA
Gracias a este tipo de datos, sabemos que el abejaruco europeo y la golondrina común son más abundantes en zonas cálidas y secas. Y que el pico picapinos prefiere las regiones más frescas y húmedas.
Además, sabemos que la curruca rabilarga selecciona las zonas arbustivas. Y que las mayores abundancias del cistícola buitrón se dan en carrizales, juncales y campos de cereal.
Para predecir cómo se enfrentarán las especies al cambio climático, utilizamos modelos matemáticos. Con ellos relacionamos la abundancia de cada especie con la temperatura y la precipitación registrada en cada lugar. Después, utilizamos esos modelos para predecir cuál será la abundancia de la especie en el clima futuro. Así podemos saber si se espera un aumento o reducción de sus poblaciones y dónde ocurrirán estos cambios.
Mitigar los efectos del cambio climático
Existen algunas estrategias que pueden ayudar a conservar las especies de aves que se verán más afectadas por el cambio climático.
Por un lado, se puede favorecer el desarrollo o mantenimiento de ciertos tipos de hábitat en lugares que beneficien a varias especies. Por ejemplo, los pastizales de altitud favorecerán la supervivencia de la alondra en sus refugios climáticos de los sistemas Central y Bético. La disponibilidad de estos espacios podría así compensar el efecto negativo del cambio climático.
Áreas prioritarias para la alondra común para mediados de siglo, considerando el clima, el hábitat y su protección. Villén-Pérez S, Carrascal LM, Palomino D (2022) 'Cambio climático, hábitats y Red Natura 2000: el futuro de las aves comunes en España'. 167 pp. Uno Editorial. Madrid
Otra estrategia es diseñar espacios protegidos dirigidos a preservar las aves del mañana. Algunas de las regiones que serán especialmente importantes para conservar las aves en el futuro se encuentran poco protegidas. Un ejemplo es Galicia, que se convertirá en el refugio climático de algunas especies en declive como la corneja negra, que cuenta con hábitat adecuado pero poco protegido.
En el libro mostramos la responsabilidad que tendrá cada comunidad autónoma en la conservación de las aves comunes del futuro. Los resultados sugieren que algunas deberían programar un esfuerzo extra de gestión del territorio y de diseño de espacios protegidos.
Lo que parece claro es que el cambio climático no afectará a todas las aves por igual. Dentro de treinta años algunas especies serán más raras y otras más comunes. Pero también parece evidente que no solo importará el clima, lo que abre una ventana de esperanza para las más desafortunadas. Ellas tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones y nosotros podremos contribuir a que lo consigan.
Fuente: Sara Villén Pérez Investigadora postdoctoral en Ecología (Programa Talento de la Comunidad de Madrid), Universidad de Alcalá, David Palomino Nantón Ayudante de Investigación Universidad de Alcalá y Luis M. Carrascal Profesor de Investigación - CSIC, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).