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El metano en la atmósfera alcanza un nuevo máximo histórico

Las emisiones crecientes de este gas con efecto invernadero desbaratan todos los escenarios de acción en la lucha contra el cambio climático.

istockphoto

Cuando hablamos de gases con efecto invernadero, inmediatamente pensamos en el dióxido de carbono, el mayor responsable del calentamiento global y sobre el que se ha puesto el foco en todas las acciones orientadas a mitigar el cambio climático. Sin embargo, en los últimos años los científicos han empezado a poner la voz de alarma en el metano. Este gas tiene una persistencia mucho menor que el CO2 en la atmósfera – alrededor de una década frente a siglos - pero, a su vez, es capaz de absorber muchísima más energía.

En junio de 2019, un trabajo publicado en la revista Science ya alertaba de que el aumento de las concentraciones de metano en la atmósfera pone en peligro el cumplimiento de los objetivos establecidos en el Acuerdo de País para limitar el aumento de temperatura a 1,5-2 °C por encima de los niveles preindustriales. Dicho trabajo mostraba cómo las emisiones de metano se han disparado en los últimos años: en concreto, su concentración en la atmósfera en el periodo comprendido entre 2014-2018 casi duplicó la tasa observada desde 2007.

Ahora, una estimación preliminar publicada en un informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU (NOAA) confirma esta tendencia: los niveles de metano atmosférico han alcanzado un nuevo máximo histórico. Para realizar los cálculos, los científicos del Laboratorio de Investigación del Sistema Terrrestre de la NOAA llevan desde 1983 recogiendo muestras de metano en una red de puntos de muestreo distribuida por todo el planeta. Aunque los cálculos definitivos para el 2019 no estarán disponibles hasta finales de este año, los autores ya avisan de que la tendencia a la alza es muy clara. En concreto, y según el dato preliminar, la concentración de metano global en diciembre de 2018 era de 1866 partes por mil millones (ppb), y en 2019 esta cifra fue de 1874,7 ppb.

Abundancia Media mensual de metano atmosférico global (NOAA)

 Origen del metano en la atmósfera

El problema del metano es que sus emisiones son muy difíciles de controlar. Entre las fuentes naturales destaca, por ejemplo, la actividad microbiana de los humedales, algo sobre lo que poco se puede hacer. El permafrost, una capa de subsuelo helado que está permanentemente congelada, almacena grandes cantidades de este gas. Su deshielo, que se acelera peligrosamente como consecuencia del calentamiento global, acarrea consecuencias de muy diversa índole, entre ellas la liberación de metano.

En cuanto a las actividades humanas, diversos estudios han demostrado en los últimos años que los elevados incrementos en las concentraciones de metano en la atmósfera se deben en gran parte a la agricultura y ganadería: materia orgánica que se pudre en los arrozales, metano generado en el sistema digestivo de los animales, almacenado en grandes cantidades de estiércol, etc. Aunque se ha puesto el punto de mira en la carne, y ciertamente la reducción de su consumo en los países occidentales tendría muchos beneficios tanto para la salud como para el medio ambiente, también se trata de un asunto complicado pues en otras zonas del globo se comprometería la seguridad alimentaria de miles de personas.

Para muchos expertos, la solución definitiva para el problema del metano es la misma que para el dióxido de carbono: limitar su liberación en los sitios de extracción de petróleo y gas, que también constituyen una de las principales fuentes antropogénicas de metano. El gas natural, en concreto, está formado fundamentalmente por metano, y es muy propenso a sufrir fugas en los pozos de extracción.

En mayo de 2019, un trabajo publicado en la revista Nature Sustainability proponía una solución contraintuitiva: atrapar metano de la atmósfera y convertirlo en dióxido de carbono empleando zeolitas, un tipo de material poroso. La idea es que, como el metano tiene mucha más capacidad de atrapar calor que el dióxido de carbono, al menos a medio plazo se suprimiría una sexta parte del calentamiento global y se ganaría tiempo, algo nada desdeñable en la carrera contrarreloj para hacer frente a la emergencia climática.  

Fuente: Victoria González