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Recuperando la memoria de Dorothy Crowfoot Hodgkin, la pasión por los cristales


Tercera mujer en recibir el Premio Nobel de Química en 1964, es una científica más desconocida porque la técnica de cristalografía de rayos X no resulta tan fácil y sus consecuencias prácticas son menos evidentes.

Se la premió por el desarrollo de las técnicas de difracción de rayos X en la determinación de estructuras de moléculas de gran interés biológico. Técnica que, durante las últimas décadas, ha permitido esclarecer la estructura de numerosos compuestos orgánicos y productos naturales. Fue la tercera mujer en recibir esta distinción tras Maria Sklodowska Curie y su hija Irène Joliot-Curie, que lo recibieron, respectivamente, en 1911 y 1935.

Dorothy nació el 12 de mayo de 1910 en El Cairo (Egipto), como sus hermanas Joan, en 1912, y Betty, en 1914. Su padre, John Crowfoot, después de los estudios clásicos en Oxford, entró a formar parte en la Administración británica en Egipto como empleado civil en el Departamento de Educación. Su madre, Grace Mary Hood, llamada Molly, no pudo seguir una carrera universitaria por la oposición de su familia, y entró en una escuela de matronas.

Dorothy tiene ocho años cuando se mudan a Nertlehamen Lincolnshire. Molly decide encargarse de su educación: las inicia en las ciencias de la naturaleza mediante caminatas y el estudio de los especímenes que recogen. Para estudiar geografía, fabrican en el invernadero mapas en relieve con barro. Las niñas leen libros de aventuras, aprenden poemas de memoria y, para estudiar historia, crean sus propios libros de historia.

En 1920, acudió a una escuela secundaria muy buena, la Sir John Leman High School en el condado de Suffolk, ahí es donde Dorothy descubre su afición por la química y empieza a realizar sus propios experimentos utilizando un material comprado en la farmacia local con su paga. Como añadirá más tarde su afición a la química, e incluso a los cristales, surgió de las enseñanzas que despertaron su interés al enseñarle la importancia de las demostraciones prácticas. 

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“Ya en la escuela primaria aprendí a hacer crecer cristales y lo encontraba una ocupación fascinante. Más tarde en la escuela superior tuve un profesor de química muy bueno, y, dado que en esa escuela no se enseñaba ninguna otra asignatura de ciencias, no había realmente ninguna competencia y me decidí rápidamente a ser química”.

Eran las moléculas bioquímicamente relevantes las que atraían su curiosidad. Entre 1928 y 1932 cursó sus estudios de química en Oxford; algo poco frecuente en aquella época, en que solamente había cinco mujeres estudiantes de química en toda la Universidad. Ya durante su etapa de estudiante colaboró con el profesor Powell en la puesta a punto de la técnica de cristalografía de rayos X, para pasar en seguida a Cambridge donde trabajó con el gran cristalógrafo John Desmond Bernal en el famoso laboratorio Cavendish. Cuatro tipos de moléculas centraron principalmente la vida científica de Dorothy Hodgkin: insulina, esteroles, penicilina y vitamina B12. Aunque estas moléculas eran todas importantes desde el punto de vista médico, las había elegido en primer lugar por su interés científico, porque constituían un enigma que solo se podía resolver mediante las nuevas tecnologías, que había que adaptar y reinventar.

Fue en 1943 cuando Dorothy Hodgkin resolvió la estructura del colesterol. Este intenso compromiso con la ciencia no fue nunca incompatible con la responsabilidad familiar de Dorothy Crowfoot. Se casó en 1937 con el historiador africanista Thomas Lionel Hodgkin, procedente de una familia de abogados y médicos, entre ellos un tío abuelo que ha dado su nombre a una enfermedad hematológica. Durante varias décadas, la esposa, madre y científica, se comprometió sociopolíticamente con el movimiento “Pugwash” (Pugwash Conference on Science and World Affairs), agrupación mundial de científicos, creado en 1955 por instigación de Albert Einstein y de Bertrand Russell con el objetivo de velar por que los trabajos de los científicos estén estrictamente bajo control.

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Su retrato más fiel es quizá el que le hace Max Perutz, Premio Nobel de Química en 1962: “Esta personalidad tenía algo mágico. No tenía enemigos, ni entre aquellos a los que había demolido las teorías científicas ni entre aquellos cuyas opiniones políticas se oponían a las suyas. De la misma manera que sus cámaras de rayos X revelaban la belleza intrínseca de las cosas ocultas bajo la superficie rugosa, su dulzura se traslucía en el acercamiento a la gente … Dejará el recuerdo de una gran química, de una persona generosa y tolerante, y de una militante pacifista entregada”.

Autora: María Asunción Pastor Saavedra.

Resumen del artículo que se publicará en el próximo número de la revista Tiempo y Clima (publicación creada por la AME en 1964. El acceso es libre para los números de antigüedad superior a un año).

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