En respuesta a la creciente preocupación por el cambio climático, cada vez más países, autoridades locales y empresas se comprometen a la neutralidad en carbono.
Pero esta proliferación de declaraciones de neutralidad de carbono cuestiona la ambición real de los compromisos. Por eso han surgido varios intentos de regularlas.
¿La última polémica? El Mundial de Fútbol de 2022 en Catar: sus organizadores han prometido el primer Mundial “neutro en carbono”, es decir, que no generará más emisiones de gases de efecto invernadero (GEI o CO₂e) de las que podrá eliminar de la atmósfera por otros medios.
La estimación de las emisiones del evento es el primer punto de discordia: estimadas en 3,6 millones de toneladas de CO₂e en el estudio encargado por Catar, la ONG Carbon Market Watch y la startup Greenly creen que esta cifra está subestimada… ¡a la mitad!
Los organizadores prometieron entonces absorber las emisiones de las que se consideran directamente responsables –sólo la mitad de los 3,6 millones de toneladas– mediante compensaciones certificadas.
Polémico proyecto de compensación
Aparte del cuestionable asunto de la responsabilidad de las emisiones, el proyecto de compensación plantea dos problemas.
En primer lugar, un conflicto de intereses en el programa de certificación encargado de garantizar la calidad de los créditos, ya que la norma de certificación se elaboró en colaboración con los organizadores del Mundial. Así pues, el efecto real de la absorción de emisiones de estos créditos es cuestionable.
En segundo lugar, los proyectos financiados hasta ahora distan mucho de alcanzar la compensación anunciada. Todas estas razones han llevado a Carbon Market Watch a presentar una denuncia por publicidad falsa sobre la neutralidad en carbono.
¿Es el Mundial neutro en carbono?
Neutralidad de carbono, una definición y reglas múltiples
La multiplicidad de definiciones de neutralidad de carbono afecta a su comprensión y aplicación.
Tanto el IPCC como la ISO coinciden en líneas generales en el mismo concepto: carbono neutro, o cero neto, significa que las emisiones se equilibran –o “neutralizan”– con las absorciones provocadas por el hombre. Estas emisiones cubren sólo el CO₂ para el IPCC, y todos los GEI para la ISO, en un perímetro y un periodo de tiempo determinados.
Esta flexibilidad en la definición del perímetro considerado plantea un problema, ya que cuanto más pequeña sea el área, menor será la ambición y, por tanto, el efecto del compromiso de neutralidad de carbono. Una reflexión que puede llevar a considerar que no existe ningún evento, empresa, ni producto neutros en carbono.
En segundo lugar, las reglas para declararse neutro en carbono no están muy claras, a pesar de la norma específica PAS 2060.
Muchos se refieren a la secuencia evitar, reducir, compensar: uno evita emitir, si no, reduce sus emisiones y, por último, compensa las emisiones residuales, es decir, las que no ha conseguido reducir.
Pero ¿qué objetivos de reducción a pequeña escala son compatibles con la neutralidad global del carbono, que pretende garantizar la seguridad de la humanidad, pero exige esfuerzos colosales?
Según el Acuerdo de París, las emisiones deben reducirse en torno a un 5 % anual, es decir, el efecto de la pandemia de covid en 2020 ¡todos los años!
Así, la iniciativa Science-Based Target (SBTi), uno de los principales puntos de referencia para el compromiso con la neutralidad de carbono, recomienda que las empresas alcancen un objetivo mínimo de reducción del 90 % de las emisiones actuales. A esto le siguen las normas de buenas prácticas para neutralizar el 10 % máximo de emisiones residuales.
Dificultades para contabilizar las emisiones
El primer paso para planificar la neutralidad de carbono es saber cuánto se emite. Para cuantificarlo, coexisten varios enfoques: el GHG Protocol, el análisis del ciclo de vida o los inventarios nacionales.
Cada método, basado en datos específicos, conduce a balances diferentes, cuya solidez no se conoce bien. En particular, los datos sobre emisiones utilizados en los cálculos varían en calidad, lo que genera incertidumbres en los resultados del modelo.
Al final, el significado y la fiabilidad de la evaluación no se comprenden bien.
Neutralizar las emisiones: los límites de la compensación
Para neutralizar las emisiones residuales, el carbono puede capturarse y almacenarse o utilizarse, ya sea por medios naturales (fotosíntesis) o tecnológicos. La neutralización financiada fuera de la cadena de producción se denomina compensación: se compran créditos por las emisiones evitadas o capturadas.
Los procesos de certificación de créditos pretenden garantizar el efecto real en la reducción de emisiones según 4 criterios estándar: adicionalidad, permanencia, fuga y doble contabilidad.
A menudo, en el pasado, no se ha conseguido el efecto deseado.
Además, los créditos plantean un problema a escala mundial: hoy en día, la mayoría de los créditos no generados por los mercados de carbono proceden de proyectos de reforestación o forestación. Estos proyectos consisten en restaurar o crear sumideros de carbono y, por tanto, santuarizar zonas naturales, a riesgo de liberar posteriormente las emisiones almacenadas, anulando así el efecto de los créditos.
En el futuro, estas zonas naturales no podrán utilizarse para otras actividades (agricultura, producción de energía). El uso ilimitado de compensaciones es, por tanto, incompatible con la finitud de la superficie terrestre, y urge planificar un uso del suelo que permita un futuro neto cero justo y sostenible.
¿Es fraudulenta la afirmación de neutralidad de carbono de la Copa?
En el caso del Mundial, la descripción del modelo de cuantificación publicado en el informe de emisiones no permite evaluar la fiabilidad de la evaluación. Esta falta de transparencia no cumple la norma de ACV ISO 14044.
Más allá del nivel de emisiones del proyecto, el enfoque del compromiso de neutralidad de carbono no es fraudulento si se tiene en cuenta el derecho a compensar las emisiones descrito en el PAE 2060, la veracidad de los compromisos de compensación y su plena eficacia. Pero es evidente que le falta ambición.
En primer lugar, no presenta un balance de emisiones reducido en comparación con anteriores Mundiales.
En segundo lugar, las compensaciones anunciadas son dudosas, sobre todo la calidad de la certificación, y sólo se refieren al 50 % de las emisiones de un balance de carbono ya “optimizado”.
Por último, los organizadores no se responsabilizan de las consecuencias futuras de la construcción de las infraestructuras necesarias para el Mundial. ¿Servirán las infraestructuras para la transición climática? Probablemente no. Por ejemplo, ¿se utilizarán los metros para reducir las emisiones del transporte en la región? Esto es dudoso. Los estadios fijos, si se reutilizan para futuros eventos, ¿no generarán tráfico aéreo? Sí, y es probable que sea la mayor fuente de emisiones, ya que los vuelos representan el 40 % de las emisiones del evento actual.
Hacer que los datos sean realmente fiables
La escala de la reducción de emisiones para garantizar la vida en la Tierra es tan grande que no es razonable seguir financiando proyectos de inversión no esenciales que no contribuyen a la futura reducción de emisiones y consumen un recurso que pronto será escaso: los créditos de compensación genuinos.
La neutralidad en carbono debe lograrse mediante grandes reducciones de emisiones y la neutralidad en carbono renovable, es decir, no agotando recursos finitos como nuestros espacios naturales.
Además, la planificación de la neutralidad del carbono requiere ante todo datos de calidad para evaluar con precisión las emisiones de las actividades humanas y las mejores soluciones de descarbonización. La investigación no da mucho valor al desarrollo y la fiabilidad de los datos. Sin embargo, la imparcialidad de la ciencia es necesaria para mejorar y completar estas bases de datos.
Este artículo fue publicado originalmente en francés
Fuente: THE CONVERSATION
Anne de Bortoli, Chercheuse en carboneutralité et durabilité des transports et infrastructure, Polytechnique Montréal