El Observatorio atmosférico de Izaña (en la isla de Tenerife, España) confirma que el ritmo de crecimiento de los principales gases de efecto invernadero sigue acelerándose. La concentración atmosférica del dióxido de carbono (CO2) ha alcanzado un nuevo récord histórico en 2024.
El Observatorio de Izaña (IZO), gestionado por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), inició su programa de monitorización continua de gases de efecto invernadero en 1984. Desde entonces, las medidas realizadas muestran cómo la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero, ha experimentado un progresivo aumento como muestra la Figura 1.
En 2024, la concentración media mensual de mayo fue de 427,45 ppm (partes por millón), es decir, un incremento de 3,59 ppm con respecto al anterior máximo (en mayo de 2023). Análogamente, el Observatorio de Mauna Loa (MLO, Hawái, NOAA), cuya serie de registros se inició en 1958 y actúa como referencia mundial, registró 426,90 ppm como concentración media mensual de mayo, es decir, 2,9 ppm más respecto al valor del año anterior [1]. Aunque estos récords son provisionales, los finales no diferirán significativamente.
No es casualidad que ambos observatorios, distanciados por más de 13,000 km, registren concentraciones similares. Este hecho se debe a que sus observaciones son representativas de la composición atmosférica de fondo, dado que ambos son estaciones de alta montaña, situadas a latitudes similares y sus medidas no están afectadas directamente por fuentes de contaminación antropogénicas. Todo esto les permite medir con precisión los cambios a largo plazo de la composición atmosférica global. Para poner en contexto de forma más clara el impacto negativo de la actividad humana en la atmósfera y, por tanto, en el cambio climático, sólo es necesario comparar los actuales registros de CO2 frente a las 280 ppm que había al comienzo de la revolución industrial [2].
En la Figura 1 se puede identificar un ciclo estacional anual asociado al intercambio de CO2 entre la atmósfera y la biosfera, así como una tendencia creciente asociada a las emisiones antropogénicas. El ciclo estacional alcanza su máximo en primavera para posteriormente disminuir debido a una mayor absorción de CO2 causada por el incremento de la actividad fotosintética de la vegetación. La llegada del otoño marca el inicio de la pérdida de la cubierta vegetal produciendo el efecto opuesto y, dando lugar a una progresiva liberación de CO2 en la atmósfera (ver gráfico ampliado en Figura 1).
La línea de tendencia trazada en la Figura 1, obtenida al sustraer el ciclo anual promedio de los registros, representa el aumento de CO2 causado por las emisiones humanas, en su mayoría, procedentes de la quema de combustibles fósiles.
Un dato significativo y preocupante de estos registros mensuales se obtiene cuando se cuantifica el incremento de concentraciones de CO2 entre el máximo anual de 2024 y el de años previos, como muestra la Tabla 1. Aunque, a priori, se podría pensar que esta diferencia es constante, los registros sugieren que este incremento medio de CO2 se está acelerando. Esta aceleración también es observada en los registros de MLO, confirmando que se trata de un fenómeno a escala global.
Por otra parte, el metano (CH4), segundo gas de efecto invernadero más importante, también es medido en IZO desde 1984. Aunque su presencia es varios órdenes de magnitud inferior al CO2, su peligrosidad está asociada a su alto potencial de calentamiento, 28 veces superior al del CO2 y, por tanto, mucho más eficiente calentando la atmósfera [2]. Por ello, monitorizar los cambios de su concentración es crucial para comprender el calentamiento global y su evolución. La Figura 2 muestra la línea de tendencia y la media mensual de la concentración de CH4 (en partes por billón, es decir, en 1000 ppm) en condiciones de fondo en IZO.
Al igual que el CO2, las medidas realizadas en IZO sugieren que la presencia en la atmósfera de este gas está aumentado. Actualmente se están estudiando sus posibles fuentes tanto naturales (como el deshielo del permafrost terrestre, que ha actuado hasta ahora como un gran reservorio de CH4, liberando así grandes cantidades de este gas) como antropogénicas asociadas al notable crecimiento de la agricultura y la ganadería, así como la mayor producción de petróleo y gas natural [3-5].
Las mediciones hechas en IZO muestran que la presencia del metano se está acelerando también en función del periodo analizado, como ilustra la Tabla 2, donde también se incluye el mismo análisis basado en la media global de todas las estaciones de muestreo puntuales de la NOAA [6].
En conclusión, los registros tanto de IZO como el resto de observatorios evidencian que las concentraciones atmosféricas de fondo de CO2 y CH4 siguen aumentando y no muestran ningún signo de desaceleración, confirmando que las normativas aplicadas para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero no tiene un efecto inmediato y que deben mantenerse en el tiempo.
IZO y MLO son parte de la Organización Meteorológica Mundial – Programa de Vigilancia Atmósfera Global (WMO-GAW). Además, IZO se ha incorporado en 2023 al Sistema Integrado de Observación del Carbono (ICOS) infraestructura de la Comisión Europea para la observación y vigilancia de los gases de efecto invernadero. El nodo nacional, ICOS-Spain, está formado por las estaciones atmosféricas de El Arenosillo (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial), las estaciones oceánicas CAnoA-SOOP (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) y ESTOC (Plataforma Oceánica de Canarias) y, la estación asociada de ecosistemas de Majadas de Tiétar (Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo). El segmento atmosférico se ampliará en 2024 con la incorporación del CIBA (Universidad of Valladolid).
Fuente: Artículo elaborado por 1P.P. Rivas, 2 S.F. León-Luis, 1O.E. García y 1C. Torres. 1Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, 2TRAGSATEC.
Referencias:
[1] https://gml.noaa.gov/ccgg/trends/
[3] Annual increase in whole-atmosphere mean methane concentration for 2021 marks the largest since 2011.
[4] The growing role of methane in anthropogenic climate change.