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Volcanes

  • ¿Cuándo se podrá actuar sobre el terreno afectado por el volcán de La Palma?

    Lo que está sucediendo en la isla de La Palma no es una erupción extraordinaria. Estamos viendo imágenes espectaculares pero dentro de las erupciones volcánicas esta es de las de tipo más común y muy similar a las erupciones históricas que ha habido en las Islas Canarias.

    Como toda erupción volcánica, entraña un riesgo porque ha habido pérdidas importantes y habrá más si el evento continúa, pero el riesgo para la población es mínimo.

    Así será la llegada de la lava al mar

    Es cierto que se ha hablado de los posibles riesgos que puede generar la llegada de la lava al mar. Sin embargo, lo único que sucederá es que la lava se enfriará y el agua del mar se calentará.

    Como ese calentamiento es muy súbito, el agua se evaporizará emitiendo columnas de vapor y, posiblemente, pequeñas explosionespor la expansión de esa vaporización.

    Aunque la emisión de gases ligados a este proceso pueda abordarse como uno de los problemas más significativos, debemos valorar que esos gases serán exactamente los mismos que los que ya hay, los que tiene la lava desde el momento que comenzó la erupción. Entre ellos destacan el dióxido de azufre o el dióxido de carbono, pero las cantidades seguirán siendo las mismas.

    No aumentarán y, aunque no debe haber nadie cerca, no podemos considerar riesgos añadidos porque las nubes de vapor llegarán bastante alto en la atmósfera y no tendrán una afectación directa sobre nosotros. Es lo mismo que ya está sucediendo: los gases ascienden y la afectación a nivel del suelo es mínima.

    Por otro lado, la llegada de la lava a las aguas subterráneas y los acuíferos si podría suponer un riesgo dado que estas podrían contaminarse rápidamente con los gases propios de la erupción. Esto podría suceder porque en La Palma hay una red de acuíferos importante y podrían dejar de ser aptos para el consumo.

    No obstante, es un asunto que se puede identificar a tiempo, por lo que los responsables ya se estarán ocupando de controlar los componentes del agua de la zona.

    En general, todos estos gases permanecerán durante el tiempo que dure la erupción ya que es una característica específica de este tipo de erupciones. Pero después se disiparán muy rápidamente en la atmósfera, acelerados por el enfriamiento de las lavas, y dejaremos de percibirlos.

    Recomponer las infraestructuras, el primer paso

    Entonces será el momento de preguntarnos qué tiempo requiere actuar sobre el terreno, pues en este caso sí hablaremos de tiempos mucho más largos. Lo primero que se podrá hacer en esta área será una recuperación mecánica.

    En este sentido, será necesario recomponer todas las infraestructuras que se han dañado, como las carreteras, los tendidos eléctricos y las canalizaciones de agua. Este es el modo de actuación habitual en otros lugares como Hawái o Islandia, donde tienen problemas de este tipo muy a menudo e intentan recuperar muy rápidamente las infraestructuras vitales.

    Todo esto se podrá realizar en relativamente poco tiempo. El principal obstáculo es la temperatura de la lava pues, evidentemente, se enfría muy rápidamente por fuera pero no sucede de la misma forma por dentro.

    Dependiendo del grosor que ha adquirido la lava, que en este caso es de varios metros, la mecanización deberá esperar más o menos, aunque siempre se tendrá que hacer con la mayor precaución posible porque el calor de la lava puede durar también muchos meses o años.

    Podemos hablar de meses hasta unos pocos años, en función del tipo de mecanización que se quiera llevar a cabo. Pero lo que desde luego no será inmediato será la construcción de nuevas viviendas.

    Reconstrucción de zonas de cultivo

    Lo más problemático será conseguir que este terreno sea apto para el cultivo. Para que esto ocurra, debe desarrollarse un proceso natural al que llamamos meteorización del suelo. En este caso, los materiales que se han depositado en la superficie son potencialmente fértiles, tienen muchos nutrientes y minerales. Todos ellos, en un ambiente donde hay agua, son muy productivos, por lo que dan lugar a suelos muy fértiles.

    No obstante, esto requiere mucho tiempo tanto a nivel de escala humana como a nivel geológico. Su duración dependerá, por ejemplo, de la situación ambiental o de la cantidad de agua, pero en cualquier caso tardará de centenares a miles de años.

    En casos anteriores se ha intentado recuperar los terrenos trabajándolos mecánicamente, trasladando el suelo de otra parte de la isla, colocando agua a nivel artificial a modo de riego y, en definitiva, intentando que este proceso natural se acelere.

    Pero, aun así, pasarán muchos años hasta que el terreno se pueda aprovechar otra vez. De hecho, si comparamos este evento con la erupción anterior que hubo en La Palma en 1971, observaremos que esta zona es prácticamente carente de vegetación. Esta situación evidencia el tiempo que tarda un terreno en recuperarse.

    En definitiva, como decíamos desde principio, debemos tratar este evento con la mayor normalidad posible. Si fuésemos conscientes de que estamos viviendo en una zona volcánica activa (que ha tenido volcanismo en el pasado, lo tiene en el presente y lo tendrá en el futuro) que haya erupciones no nos debería sorprender.

    Sin embargo, es lógico que las personas afectadas no lo vean de misma forma, pero la naturaleza no actúa contra nosotros, sino que somos nosotros quienes interferimos con ella.

    Fuente:    Profesor de Investigación (CSIC) y coordinador del Grupo de Volcanología de Barcelona (GVB), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

  • El papel de los volcanes en los cambios climáticos y las grandes extinciones

    Erupción del Eyjafjallajökull en 2010. Wikimedia Commons / BoawormCC BY-SA

     

    Más allá del evidente riesgo para la población que supone una erupción volcánica, la salida del magma a la superficie terrestre tiene implicaciones en la biodiversidad que van mucho más allá del riesgo geológico en sí.

    Pongamos un ejemplo reciente. Islandia es una zona en la corteza terrestre donde se da la salida continua de magma debido a la extraordinaria coincidencia de dos manifestaciones ígneas que han tenido lugar en esa zona del atlántico Norte. Por un lado, la emisión de magma en la dorsal mesoatlántica, que separa las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia en unos 2 cm año. Por otro lado, la salida en el Cenozoico de una gran pluma mantélica –salida de material fundido desde el manto y que llega a la corteza terrestre–.

    Recordemos, la erupción hace ya 11 años de un impronunciable volcán en Islandia, el Eyjafjallajökull, que produjo una afección notable en el tráfico aéreo de toda Europa debida a la formación de nubes de cenizas y gases que se extendieron por el continente.

    Aparte de las pérdidas económicas que el fenómeno supuso para el tráfico aéreo, el turismo, el comercio y la industria local, el depósito de las cenizas en tierra produjo la contaminación de los acuíferos (especialmente por flúor) y una rápida proliferación de plancton en el océano.

     

    Vista panorámica de la erupción del volcán Eyjafjallajökul el 17 de abril de 2010. Wikimedia Commons / BoawormCC BY-SA

     

    Sin embargo, pese a los tremendos efectos que causó, la erupción del Eyjafjallajökull puede considerarse, de hecho, pequeña en cuanto a volumen de magma si la comparamos con las ingentes salidas de este material que tuvieron lugar durante la formación de las denominadas grandes provincias ígneas (GPI). Estas se formaron por la acumulación de rocas ígneas procedentes de inmensas plumas mantélicas que emiten una extraordinaria cantidad de magma a la superficie. Generan así vastas extensiones donde los basaltos (magmas mantélicos muy básicos) se disponen formando grandes mesetas submarinas, cuando se emplazan en la corteza oceánica (meseta de las Kerguelen, Seychelles) o grandes mesetas en corteza continental, como en el caso de los basaltos del Decán (India), los traps o escaleras siberianas o los basaltos de plataforma en el río Columbia (EE. UU.).

    Causa de grandes extinciones

    Dado que ninguno de nuestros antecesores homínidos ha coexistido nunca con la salida de tan colosal cantidad de magma, no tenemos datos acerca de qué ocurriría con los humanos en esa situación. Sin embargo, es fácil vaticinar que sería algo catastrófico que dejaría el actual (y terrible) cambio climático que estamos sufriendo actualmente en un detalle casi anecdótico.

    Como en muchas disciplinas en Geología, solo tenemos que mirar al pasado y ver qué ocurrió con otras especies cuando se produjeron las principales manifestaciones de estas grandes plumas mantélicas. En este sentido, es conocida su correlación con las 5 grandes extinciones producidas a lo largo de la historia del planeta. La razón es bastante evidente: una erupción de estas características provocaría cambios de tal magnitud en la atmósfera que no solo la oscurecería durante años sino que modificaría incluso su composición.

    Además de los efectos dañinos causados por los gases emitidos (debido a la toxicidad directa de compuestos como SO₂ o incluso Hg), las cenizas expulsadas en la erupción producirían un enfriamiento global como consecuencia de la disminución en la radiación incidente. A esto habría que sumar otros efectos como la destrucción de la capa de ozono (consecuencia de la emisión de compuestos halogenados) o la acidificación del medio como resultado de la emisión de compuestos sulfurados. Todo ello impediría el desarrollo de la vida de vegetal y conduciría a una pérdida masiva de especies.

    La última gran extinción (la 5ª), producida hace 65 millones de años coincidiendo con el famoso límite Cretácico-Terciario, causó la desaparición del 75 % de las especies del planeta, entre ellas los dinosaurios. La hipótesis más aceptada actualmente establece que esta extinción se produjo por el cambio en el clima producido por el impacto de un meteorito de grandes dimensiones en la zona de México. Sin embargo, coincidiendo con ese momento, se produjo el emplazamiento de los basaltos del Decán en la India. Esto ha llevado a parte de la comunidad científica a postular que pudo ser el efecto combinado de ambos eventos catastróficos el que causó la desaparición de los dinosaurios.

     

    Coladas de basalto superpuestas en el macizo basáltico del río Columbia (Washington, EE.UU.). Wikimedia Commons

     

    ¿Podría ocurrir de nuevo?

    Nos podríamos preguntar si es posible actualmente una manifestación magmática de esas dimensiones. La respuesta es que no es posible saberlo. Una de las mayores cámaras magmáticas que se encuentran subyaciendo la corteza terrestre es la de Yellowstone. Tiene, según el Servicio Geológico de los EE. UU., un tamaño de 40 por 90 kilómetros. Esta manifestación magmática parece ser heredera de la que dio lugar al emplazamiento de los basaltos del río Columbia, que ha ido migrando hacia esta zona debido al movimiento de las placas tectónicas. Pese a estar tan intensamente monitorizada, no se puede predecir su salida a gran escala a superficie.

     

     

    Publicado el 30 de junio de 2021 en The Conversation por Esther Lasheras Adot. Enlace al original: https://bit.ly/3wGxhU5

     

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    Esther Lasheras Adot no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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  • El reciente tsunami que afectó a Tonga, a consecuencia de una erupción volcánica, pone de manifiesto el riesgo climático agudo al que están sometidas algunas islas

    A view of a beach and debris following volcanic eruption and tsunami, in Nuku'alofa, Tonga January 18, 2022 in this picture obtained from social media on January 19, 2022.  Courtesy of Marian Kupu/Broadcom Broadcasting FM87.5/via REUTERS

    Vistas de una playa y restos tras la erupción volcánica y tsunami, en Nuku'alofa, Tonga, 18 de enero de 2022. Imágenes obtenidas de las redes sociales el 19 de enero de 2022. Cortesía de Marian Kupu/Broadcom Broadcasting FM87.5/vía REUTERS

     

    A view of a beach and debris following volcanic eruption and tsunami, in Nuku'alofa, Tonga January 18, 2022 in this picture obtained from social media on January 19, 2022.  Courtesy of Marian Kupu/Broadcom Broadcasting FM87.5/via REUTERS

     

    SINGAPUR, 20 ene (Reuters) - Para la nación insular de Tonga, en el Pacífico Sur, el tsunami desatado por la erupción volcánica del sábado puso al descubierto algunas de las formas en que el cambio climático amenaza la existencia misma de las islas.

    Al aumentar las temperaturas y elevarse los niveles del mar, el cambio climático probablemente empeorará los desastres provocados por tsunamis, marejadas ciclónicas y olas de calor, según los expertos.

    Muy consciente de este riesgo, Tonga ha sido una voz clave que representa a las naciones vulnerables al clima, y ​​dijo en las conversaciones sobre el clima de la ONU en noviembre que el calentamiento global "más allá del umbral de 1,5 ºC significaría una catástrofe absoluta para Tonga" y otras islas del Pacífico, ya que están asimiladas prácticamente, por el mar.

    Su petición de acción climática global es especialmente desesperada, dado que las naciones insulares del Pacífico representan solo el 0,03% de las emisiones globales de carbono, según el Banco Mundial.

    "Si bien somos resistentes y tratamos de adaptarnos, solo se necesitan unos pocos metros adicionales de agua para cubrir una casa, matar a un niño o una familia", señaló Shairana Ali, directora ejecutiva de la organización benéfica internacional Save the Children, en la vecina Fiyi.

    MARES CRECIENTES

    Tonga informó que olas de hasta 15 metros se estrellaron contra la costa en sus islas exteriores después de la erupción volcánica, arrasando casas y matando al menos a tres personas. La erupción provocó alertas de tsunami en todo el Pacífico. Enlace con más información.

    A medida que el nivel del mar continúe aumentando en las próximas décadas, es probable que los tsunamis y las marejadas ciclónicas lleguen más tierra adentro con un riesgo aún mayor de daños.

    "La marejada de tsunami y la marejada ciclónica se asientan sobre el nivel del mar", dijo Benjamin Horton, quien ha estudiado el aumento global del nivel del mar y es jefe del Observatorio de la Tierra de Singapur. Entonces, con mares más altos, "no necesitarás desastres naturales tan grandes para causar una devastación generalizada".

    Los niveles del mar alrededor de la nación archipelágica de 105.000 personas están aumentando en aproximadamente 6 mm por año, casi el doble de la tasa global promedio, según el Sistema Global de Observación del Nivel del Mar de la ONU. Esto se debe a que las islas se encuentran en aguas más cálidas cerca del ecuador, donde el aumento del nivel del mar es más pronunciado que en los polos.

    El daño de los tsunamis y las marejadas ciclónicas no se refiere solo a la destrucción causada por las olas. El agua de mar que llega a la costa puede contaminar el suelo agrícola y dejarlo inservible durante años. Las olas del tsunami también exacerban la erosión costera y destruyen los amortiguadores naturales contra el aumento del nivel del mar, como los arrecifes de coral y los manglares.

    Con el cambio climático calentando la superficie del océano, tales marejadas ciclónicas son más probables ya que el agua caliente alimenta ciclones cada vez más poderosos. Tonga y los países vecinos fueron azotados por dos ciclones de categoría cinco en los últimos cuatro años, lo que provocó daños por valor de cientos de millones de dólares.

    TEMPERATURAS MÁS CÁLIDAS

    Las temperaturas de Tonga ya están aumentando, con una temperatura diaria promedio ahora 0,6 °C más alta que en 1979. La frecuencia de días calurosos y noches calurosas ha aumentado en todo el Pacífico.

    Es probable que el calentamiento continuo haga que el suelo se seque más, ya que las altas temperaturas provocan una mayor evaporación y afectan los patrones regionales de lluvia, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU.

    Es probable que el país experimente más olas de calor en las próximas décadas, con temperaturas que superan con frecuencia los 35 °C, según el informe. Ese calor extremo puede ser especialmente peligroso cuando se combina con la humedad tropical.

    Las aguas del mar también se están calentando, a un ritmo tres veces mayor que el promedio mundial, según muestran los datos de la Organización Meteorológica Mundial. Y las olas de calor marinas, que pueden matar peces y corales, son cada vez más frecuentes, más intensas y más duraderas en la mayor parte del Océano Pacífico.

    La propia Tonga vio cómo se formaba una gran gota de calor oceánico al sureste de sus islas en enero de 2020, con temperaturas superficiales del agua que registraron 6 grados centígrados por encima del promedio de ese mes.

    ¿RECONSTRUIR O CAMBIAR DE SITIO?

    Se espera que los habitantes de las islas del Pacífico se encuentren entre los primeros grupos de refugiados climáticos globales, ya que los efectos del cambio climático los expulsan de sus países de origen.

    "Tal vez eventualmente se llegue a eso. Pero espero que no", dijo Josephine Latu-Sanft, una tongana que ahora vive en Londres y trabaja como comunicadora climática. "La gente no quiere moverse".

    Los tonganos ya han reconstruido sus comunidades dos veces en los últimos años, después del ciclón Gita en 2018 y nuevamente después del ciclón Harold en 2020.

    "Los tonganos son muy resistentes" y se muestran reacios a abandonar las islas a pesar de los riesgos, comenta Latu-Sanft. “Hace siglos que vivimos allí. Nuestras raíces e identidad están en la tierra y en el mar”.

     

    Artículo publicado en  por  Kanupriya Kapoor y Gloria Dickie