Un artículo de Dominic Royé, Javier Martín Vide, Jorge Olcina Cantos, Robert Monjo publicado en
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La sequía es un riesgo silencioso pero constante. Se desarrolla lentamente y, sin que apenas nos demos cuenta, la falta de lluvia va vaciando los embalses y restando humedad en el suelo.
Un ciclo seco se inicia y evoluciona de la siguiente manera:
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primero faltan las lluvias (sequía meteorológica) y se registran valores elevados de evapotranspiración por la falta de cobertura nubosa, impactando sobre el medio ambiente (sequía ecológica), con embalses bajo mínimos (sequía hidrológica);
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luego, la agricultura de secano empieza a padecer sus efectos;
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a continuación, falta agua para los regadíos (sequía agrícola) y para la producción hidroeléctrica;
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finalmente, si se mantiene el déficit pluviométrico, la sequía llega a las ciudades con restricciones de agua (con sequía socioeconómica).
En resumen, las sequías, a diferencia de los terremotos, presentan una frecuencia elevada (así es en el caso de España), una duración prolongada (de varios meses o incluso años), una extensión espacial considerable y una velocidad de implantación lenta, entre otras características físicas.