Nací en Málaga y por lo que me contaban mis padres, mi afición a la meteorología me viene desde muy pequeño, pues parece que cuando había tormenta o llovía me empeñaba en salir a la calle y hasta que no me sacaban no se me pasaba el berrinche. Con tres añitos ya me gustaban las tormentas.
A los diez años, cuando cayó un rayo sobre el Colegio Menor Mediterráneo y el estruendo del trueno rompió los cristales del aula, fui el único alumno que no solo no lloró, sino que además, según le contó el profesor a mis padres, me puse contentísimo, curiosamente a mi padre también le encantaban las tormentas. Con esa edad tuve el mejor regalo de Reyes que he tenido hasta ahora, mis padres me regalaron un prismático de mucho aumento. Lo primero que hice fue bajar a la calle y mirar a la Sierra de las Nieves, me quedé asombrado cuando vi tan cerca la nieve. También lo usaba para ver los cumulonimbus. Con 60 años que tengo aún lo conservo.
(24/03/2022)