Asociación
Meteorológica
Española

Reseña del Historias del viento, Ellen Viste

Reseña  escrita por Ernesto Rodríguez Camino (presidente de la AME)

 

 

Historias del viento, Ellen Viste, 2025. Editorial: Barlin Libros, 368 páginas, precio: 23 €, ISBN-10: 841288924X, ISBN-13: 978-8412889246

Ellen Viste es una meteoróloga e investigadora noruega. Trabaja actualmente como asesora de comunicación en el Centro Bjerknes de Investigación Climática en Bergen, Noruega. En este libro de estilo muy personal, la autora combina la ciencia con la historia y la literatura, transportándonos en un viaje a través del tiempo y el espacio, y explorando el papel del viento en la evolución del planeta y de las civilizaciones humanas. Según la autora, la razón de ser del libro radica en la necesidad de reivindicar el viento no solo como un fenómeno físico, sino como una constante en nuestra historia y nuestra imaginación. El libro está organizado en forma de relatos cortos independientes que tocan temas muy diferentes entre sí. Estos relatos a su vez tienen enfoques diversos: desde narraciones en las que se cuentan experiencias personales de la autora hasta descripciones objetivas de hechos históricos.

 

El papel del viento en las mitologías de las distintas culturas también tiene su hueco en Historias del viento. El viento ha sido adorado y personificado en forma de dioses desde la Antigua Grecia, donde Eolo era el guardián de los vientos, pasando por la mitología nórdica, donde Odín controlaba el aire y las tempestades, hasta la tradición japonesa, donde el dios del viento Fujin era representado como un ser demoníaco que llevaba un saco de aire. La relación del viento con la filosofía clásica, con la literatura y con la ciencia –especialmente cuando empezaron a desarrollarse instrumentos de medida de variables meteorológicas en el Renacimiento– se describe en las diversas narraciones que componen este libro. El papel del viento como creador, destructor y modulador de las transformaciones geológicas tiene también cabida en esta obra. El viento desde tiempos inmemoriales se ha visto tanto como un aliado como una amenaza para la humanidad. En la naturaleza, transporta semillas y esculpe montañas, pero también desata tormentas y huracanes capaces de arrasar ciudades. La autora analiza cómo esta fuerza invisible ha determinado el destino de civilizaciones enteras.

Ocupan un número significativo de relatos el descubrimiento y la comprensión de la circulación general atmosférica que ha marcado la relación entre el viento y la navegación. Desde las primeras embarcaciones que surcaron el Nilo hasta los grandes descubrimientos geográficos de la Era de las Exploraciones, el viento ha sido un factor clave en el desarrollo de la navegación que marcó los grandes descubrimientos. Nos explica la autora cómo los patrones de viento determinaron las rutas comerciales y permitieron a los marinos de distintas épocas conectar continentes. El primer mapa en el que se mostraban los vientos globales fue publicado en 1686 en las Philosophical Transactions of the Royal Society

por el astrónomo, matemático y físico inglés Edmond Halley. En él, se visualizaban los vientos como patrones regulares y globales y no como fenómenos locales y aleatorios. Describió Halley los vientos alisios que soplaban de manera constante desde el este hacia el oeste en ambos hemisferios tropicales, así como los monzones que cambiaban de dirección según la estación, anticipando lo que más tarde sería la comprensión moderna de la circulación global atmosférica. La visión de Halley transformó la visión que en Europa se tenía del viento pasando a ser desde un capricho divino o caos natural a entenderse como patrones regulares influidos por la rotación terrestre y la energía solar. Fue un paso esencial hacia la ciencia del clima.

Mapa de Edmond Halley de los alisios (1686). Fuente: Wikimedia Commons

 

Durante la Era de las Grandes Exploraciones el conocimiento, inicialmente empírico, de los vientos globales fue crucial para el éxito de los viajes de exploración, conquista, colonización y comercio. En el libro se narran con detalle los viajes de Cristóbal Colón que se valió de los alisios del noreste para cruzar el Atlántico hasta el Caribe, y luego regresó por una ruta más al norte gracias a los vientos predominantes del oeste hacia Galicia. También se cuenta la expedición de Vasco da Gama (1497) y su paso por el cabo de Buena Esperanza y su posterior uso de los monzones que le permitieron llegar a la India, así como la circunnavegación del mundo por Magallanes, completada por Elcano, aprovechando los alisios, los monzones y otros vientos globales en ambos hemisferios. Se narra en otro capítulo el tornaviaje de Urdaneta que aprovechando los vientos predominantes del oeste de latitudes medias permitía realizar el trayecto de Manila a Acapulco y cerrar el viaje que impulsado por los alisios llevaba desde Nueva España a Filipinas. Esta ruta, conocida como el galeón de Manila, llevó durante un período que abarcó 250 años aproximadamente a una serie de naves una o dos veces al año a atravesar el océano Pacífico y establecer una ruta comercial pionera de la globalización. El conocimiento de los vientos globales fue tan importante como la brújula o el astrolabio en la Era de las Exploraciones permitiendo conectar continentes, establecer imperios marítimos y sentar las bases de la navegación.

 

El libro incluye una descripción de los estudios pioneros sobre los ciclones tropicales realizados por los jesuitas Federico Faura y Benito Viñes en el siglo XIX, respectivamente en el sudeste asiático y en el Caribe. Ambos desarrollaron métodos empíricos para la predicción temprana de huracanes en una época en que la meteorología no se había desarrollado aún como una ciencia moderna. Faura fundó el Observatorio Meteorológico de Manila en 1865, el primero en Asia dedicado al estudio sistemático del clima, fue el primero en demostrar científicamente que los tifones eran ciclones tropicales con un centro de baja presión. También elaboró mapas de trayectorias de tifones en el Pacífico occidental, desarrollando boletines de alerta que informaban a los navegantes de su aproximación basados en observaciones de presión atmosférica, vientos y nubes. Fue pionero en usar el telégrafo para emitir avisos, salvando vidas y mejorando la seguridad marítima. Viñes, por su parte, dirigió el Observatorio del Colegio de Belén en La Habana. Fue pionero en desarrollar un sistema de predicción de huracanes basado en la observación del cielo y los signos visuales y atmosféricos que preceden a un ciclón. Sus predicciones llegaron a tener un alto grado de precisión siendo sus métodos en parte adoptados por el Weather Bureau de EE. UU. tras su muerte. Tanto Faura como Viñes sentaron las bases de la meteorología tropical moderna, en un momento en que la ciencia aún dependía de la observación directa del entorno. Su legado no solo reside en sus descubrimientos científicos, sino en su compromiso por salvar vidas mediante la ciencia aplicada a la predicción.

 

También se relata en otro capítulo del libro el descubrimiento de la corriente en chorro por parte del meteorólogo japonés Wasaburo Ooishi que en los años 1920 realizó cientos de mediciones con globos que subían a grandes altitudes y registraban velocidades de viento excepcionalmente altas y estables que se desplazaban de oeste a este sobre Japón a más de 9 000 metros. Ooishi publicó sus hallazgos en esperanto, intentando así difundir el conocimiento globalmente. Sin embargo, su obra fue poco leída fuera de Japón y pasó desapercibida en Occidente durante décadas. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés utilizó el conocimiento de la corriente en chorro descubierto por Ooishi para utilizar un nuevo tipo de arma secreta: el lanzamiento de miles de globos bomba de papel y seda cargados con bombas incendiarias o antipersonales, un mecanismo de lastre automático para mantener la altitud y un temporizador para su detonación. Aprovechaban la corriente en chorro para recorrer más de 8 000 km hasta América del Norte en unos 3 días. El objetivo era causar incendios forestales, pánico y desorganización en el oeste de EE. UU. Aunque al parecer alrededor de 300 globos llegaron a Norteamérica, los daños fueron mínimos debido a unas condiciones meteorológicas desfavorables (invierno húmedo), a la censura estadounidense, que evitó alertar al público, y a la vigilancia aérea.

 

Otro capítulo muy interesante se refiere a la contribución del ingeniero, geólogo y explorador británico Ralph Alger Bagnold que en su obra The Physics of Blown Sand and Desert Dunes publicada en 1941 revolucionó el estudio de las dunas y los procesos eólicos sentando las bases de la geomorfología del desierto y de la dinámica del transporte de sedimentos por el viento. Bagnold estudió cómo la arena es movida por el viento y cómo se forman las dunas, introduciendo principios físicos y matemáticos para explicar fenómenos que hasta entonces sólo se habían observado de forma cualitativa. Realizó expediciones en el Sahara en los años 1930, observando y midiendo dunas activas, y además realizó experimentos en túneles de viento, algo novedoso para su época, para comprobar empíricamente sus teorías. Demostró que la arena no fluye como un líquido, sino que tiene comportamientos que se corresponden con un flujo granular seco. Bagnold explicó cómo y por qué se mueven las dunas, sus estudios han servido en la exploración de Marte (donde hay dunas similares a las terrestres) y en el diseño de infraestructuras en regiones áridas.

 

Se narra también en otro capítulo el viaje de Charles Lindbergh a través de Groenlandia. Lindbergh había sido el primer piloto en cruzar el Atlántico en solitario y sin escalas en 1927. Después de su carrera como pionero de la aviación se dedicó a las exploraciones científicas. El viaje a través de Groenlandia, que realizó en compañía de su mujer, tenía como propósito principal estudiar la posibilidad de transporte intercontinental de esporas, semillas y bacterias a través de corrientes atmosféricas de gran altitud. El transporte por el viento de los portadores de diversas enfermedades, como el Covid-19 o la fiebre aftosa, se describe también en otros capítulos.

 

Estas y otras historias componen esta sugestiva y recomendable obra que tiene a la variable meteorológica del viento como protagonista central. ¡Lástima que tanto la edición, con más erratas de lo deseable, como la traducción, que en algunos pasajes incluye términos y expresiones a veces difíciles de entender, hayan impedido que la edición española del libro estuviese a la altura de lo que creo que debía ser la versión original!

 

 

 

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