JOSÉ MIGUEL VIÑAS CRÍTICA. 2024, 304 PÁGINAS, 22,70 EUROS. ISBN: 9788491996491
Reseña de María Asunción Pastor Saavedra, publicada en nuestra revista Tiempo y clima Vol. 5 Núm. 85 : Julio 2024
Estamos ante un libro magníficamente editado por Crítica, donde no se ha descuidado ningún detalle. Hojearlo es un placer. Conviene subrayar el papel primordial que juega una edición cuidada ya que, lamentablemente, se suele descuidar y no valorar en su justa medida. El diseño de la portada y la contraportada – delicada y atractiva gama de colores fríos– le fue sugerido por la editorial al autor que lo aceptó por ser una buena elección.
Se basa en un cuadro de un paisajista francés de principios del siglo XX muy influido por los impresionistas que se encuentra en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. En cuanto al título – sintético y esclarecedor – es una sutil elección porque eleva a la categoría de retrato a la pintura de los cielos (pintura de paisaje)
El autor, según puede leerse en la solapa del libro, es José Miguel Viñas (Madrid, 1969). Es físico del aire y trabaja como meteorólogo de Meteored; con una larga trayectoria como comunicador y divulgador de ciencias atmosféricas a través de medios de comunicación, y de libros, artículos, conferencias, etc. Desde hace más de 20 años es colaborador del programa de fin de semana No es un día cualquiera, dirigido y presentado por Pepa Fernández en Radio Nacional de España (RNE) y, desde 2020, colaborador igualmente en el programa Agropopular dirigido por César Lumbreras en la cadena COPE. Es uno de los socios fundadores de ACOMET (Asociación de Comunicadores de Meteorología) y pertenece a la actual Junta Directiva de la Asociación Meteorológica Española (AME).
El libro, un original tratado de arte, se ha estructurado en: prefacio, introducción. 18 capítulos de títulos tan sugestivos como: “Unas pinceladas sobre las nubes”, “Las nubes de algodón, un motivo recurrente”, “Pareidolias nubosas camufladas”, “¡Hágase la luz!”, “Las atmosferas azuladas de Patinir”, “Los paisajes congelados europeos”, “Blanco sobre blanco, la nieve en los lienzos”, “Platillos volantes en el Quattrocento”, “Los estudios de nubes de Howard y Constable”, “Cielos velazqueños en clave climática”, “Goya, retratista de cumulo-nimbos”, “Tormentas para enmarcar”, “Cuadros en los que sopla el viento”, “Las nieblas de Friedrich”, “Los cielos encendidos de Turner”, “Un grito en el cielo”, “La mirada a los impresionistas”, “Los grandiosos celajes norteamericanos”; epílogo, notas, lecturas recomendadas, listado de pinturas e índice de pintores. En ciertos capítulos se han introducido pequeños cuadros explicativos.
Como recogió Manuel P. Villatoro en su entrevista a Viñas (ABC, 25 de junio 2024) , “los cielos retratados por los artistas pretéritos son mucho más que simples telones de fondo, son el testimonio de sus vivencias atmosféricas y el resultado de horas y horas de investigación”. Al ser la segunda afición del autor la historia del arte, se podría afirmar que esta obra establece un lugar de encuentro entre la ciencia divulgativa, asequible para un público general y el arte. En cierta forma, la frontera artificial entre las ciencias y las humanidades tiende a diluirse.
La introducción, de obligatoria lectura, es muy instructiva porque nos permite asistir al lento proceso de gestación de este libro. Mención a las incesantes visitas al Museo del Prado y al Thyssen-Bornemisza, visitas virtuales, asistencia a exposiciones temporales, … Un hecho clave es que en 1970, Hans Neuberger, meteorólogo y profesor de la Pennsylvania State University, publicó un artículo titulado “Climate in Art” basado en la cantidad de nubes que aparecían en los cielos de cuadros pintados por distintos artistas entre 1400 y 1967
Sucintamente, el capítulo primero –básico para la comunidad del arte y que facilitara la lectura– introduce los diez géneros básicos de nubes con una descripción de sus características. La primera clasificación de nubes se debe al farmacéutico británico Luke Howard que adaptó la clasificación taxonómica de Linneo de los seres a las nubes y que puede ser considerado como pintor puesto que dibujó y pintó acuarelas de las nubes. Viñas buscó los prototipos de nubes entre una selección de cuadros. La mayoría de las nubes que aparecen en los cuadros son del género cúmulo (Cu), hecho que no debe de resultarnos extraño porque, especialmente en épocas pasadas, los pintores salían en primavera, época de gran inestabilidad atmosférica. Curiosamente, los Cu son el tipo de nubes que dibujamos cuando somos niños. Se pasa revista a los Cu humilis, Cu mediocris, Cu congestus y Cb, reco-gidos por distintos pintores de épocas diversas como Boudin, Martin Rico, Monet , Nolde, Magritte … Para los Cu congestus se seleccionó, entre otros, al pintor holandés Ruisdael, que quería representar con fidelidad las nubes. Respecto al caso de los Cu y Cb, mención al paisajista inglés John Constable (1776-1837) que tenía la capacidad de captar el dinamismo de las nubes. Hasta 2012 estuvo colgado en el Museo Thyssen, el lienzo de gran tamaño “La esclusa”, actualmente en una colección priva-da. Aquellos que tuvieron la suerte de contemplarlo, no creo que olviden esa sensación de movimiento de las nubes y del agua.
Reflexionando y analizando la manera de mirar un cuadro, los espectadores avezados se detienen en el tema, la composición, la disposición de los personajes, la paleta de colores empleada, el tipo de pincelada, el soporte, la técnica, etc. En este caso, Viñas adopta un enfoque complementario porque se va a detener en la captación de los elementos atmosféricos: las nubes, el viento, la lluvia, la nieve, …, la época del año, los periodos de la historia en el que fueron pintados: por ejemplo, la Pequeña Edad de Hielo –periodo frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del siglo XIX-, la influencia de la erupción de los volcanes (como la del Tambora), etc. Este tipo de información será de utilidad para los artistas en general.
En esos paseos por el Prado, provisto de cuaderno de notas, captó la atención del autor una piedad, fechada hacia 1458, de van der Weyden, tabla del gótico, en el que, sin embargo, las nubes son sorprendentemente realistas. Por otra parte, Viñas nos hace recapacitar en que no todos los elementos de un cuadro son creíbles, pueden obedecer a algunas licencias que se toman los pintores. Y de hecho, el pintor plasma las nubes o los fenómenos atmosféricos que ha contemplado tantas veces y que puede reproducir en cuadros de otras épocas.
Entre los muchos paisajes invernales, destaca Pieter Brueguel de Oude, llamado el Viejo (siglo XVI), que elevó el invierno a catego-ría pictórica. Se le considera el primer pintor occidental que se interesó por los paisajes en sí mismos, en lugar de tratarlos como meros telones de fondo de temas religiosos. Hubo un año clave, 1565, en el que el invierno fue muy crudo. Sus paisajes de ese invierno de 1565, estaban cubiertos por el hielo. La tabla más icónica es Los cazadores en la nieve, donde al fondo, incorpora unas montañas porque en un viaje a Italia, atravesó los Alpes. Fue muy influyente, de hecho, la imagen que tenemos de una navidad invernal, fue así a partir de él. En La adoración de los Reyes, en el arte occidental, aparece la acción de la nevada.
La nieve llamo la atención de los impresionistas como Camille Pissarro, por sugerencia de Claude Monet. Viñas ha documentado los análisis con datos de Météo- France. A los pocos meses estalló la guerra franco-prusiana, huyen a Londres. Quedan maravillados por la niebla. 30 años después Monet volvió, y en Los nenúfares, se encuentra gran parecido con estos cuadros pintados en Londres. Por otra parte, esa captación de los momentos únicos de los impresionistas está presente en Alfred Sisley con las inundaciones de Port Marly en 1872 y otras en marzo de 1876. La última de la serie se encuentra en el Museo Thyssen.
En el caso de la niebla, se detiene en el pintor romántico alemán Casoar David Frie-drich, no demasiado conocido en España, del que se conmemora el 250 aniversario de su nacimiento. Era un observador formidable para captar los detalles atmosféricos, además de estar impregnado por un cierto misticismo. Ejemplos como El caminante sobre el mar de nubes (1827).
El viento, al principio, un tema mitológico cono en El nacimiento de Venus. Posteriormente, el viento se representaba por árboles inclinados. En un cuadrito explicativo introduce el concepto de ráfaga o racha. Sorprendente por su maestría es el cuadro Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, Felipe el Hermoso (Boceto) cuyo autor fue Juan de Padilla, que fue director del Prado. El efecto del viento sobre el velo de Doña Juana, el titilar de las velas, … Lienzo clave de la pintura histórica española.
A Goya hay dedicado un capitulo, basado en los cartones (Prado). No podía hacer una pintura demasiado compleja porque tenían que llevarse a los telares. En algunos de ellos, aparecen Cb.
El capítulo dedicado a las atmósferas azuladas del pintor Joachim Patinir (1480-1524), pintor de paisajes y de temas religiosos que entusiasmaba a Felipe II, del que existen varias pinturas en el Museo del Prado (Las tentaciones de san Antonio Abad, Descanso en la huida a Egipto, El paso de la laguna Estigia) y en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Considerado el primer paisajista flamenco, es un precursor del paisajismo como género independiente. Excelente manejo del color en donde destaca la gama de azules y verdes, siendo capaz de pintar las cortinas de precipitación. El capítulo “Cielos velazqueños en clave climática”, que es un verdadero ensayo, nos presenta la capacidad de Velázquez para pintar cielos complejos y enmarañados, con distintos géneros nubosos (Ci, Cs, As), que en su honor reciben el nombre de velazqueños. Nubes que son probablemente, reflejo de su propia vivencia meteorológica. Esos cie-los aparecen en cuadros tan emblemáticos como La rendición de Breda (1634-1635), los retratos ecuestres de distintos miembros de la realeza, que pinto para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro, así como los retratos de caza destinados a la Torre de la Parada (Monte del Pardo). En todos ellos dominan los tonos azules y grisáceos, con una variedad de formas nubosas.
La razón por la que Velázquez enmarañaba los cielos no se sabe a ciencia cierta, aunque como puntualiza Viñas, se barajan dos posibles causas. Una puede ser de índole económica (el polvo de lapislázuli utilizado para el azul claro, era muy caro, en aquella época procedía de una mina situada en la actual Afganistán), esa sería una posible razón por la que racionaba su uso. La segunda posible causa que le parece más plausible al autor y que está íntimamente relacionada con el tiempo atmosférico que reinaba en Madrid, durante los años en los que Velázquez fue pintor de corte. Entre 1632 y 1636 realizó distintos retratos reales en los que aparecen sus famosos cielos velazqueños
Joseph. M. W. Turner (1775-1851), pintor de paisajes que -hoy en día- está considera-do como el artista que elevo el arte de paisaje a la altura de la pintura de historia. Es también uno de los grandes acuarelistas ingleses. Considerado como el pintor de la luz, ya anuncia la abstracción. Su influencia fue notoria en pintores impresionistas como en Alfred Sisley. Se ha sugerido que los altos ni-veles de ceniza en la atmósfera durante 1816 que condujeron a unas inusuales puestas de sol durante dicho periodo, pudieron inspirar el trabajo de Turner.
A finales del XIX, la explosión del Krakatoa pudo fotografiarse. Las cenizas ascendieron a la atmósfera y permanecieron durante varios años. En el capítulo “Un grito en el cielo” dedicado a “El grito”, del noruego Edvard Munch, que relató que el cuadro fue un reflejo de un paseo por su ciudad natal, Oslo. Se ha sugerido que el espectacular cielo rojo se inspiró en un recuerdo visual de Munch tras la erupción del Krakatoa en 1883 y la contemplación, al menos en tres ocasiones, de nubes nacaradas estratosféricas. (Artículo en Weather en 2017).
Concluyo aquí el deambular por los capítulos seleccionados y espero haber invitado a su lectura. En suma, un libro muy original e interesante en su planteamiento que animará a volver a acercarse a las pinturas, con una mirada lenta y reflexiva, a la luz de las lecciones aprendidas en Los cielos retratados donde se ha establecido una conexión entre la meteorología y la pintura de gran número de artistas de todas las épocas. Los cielos retratados fue presentado el miércoles 29 de mayo a las 18 horas en el Salón de Actos de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid
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