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fertilizantes

  • Así contribuye al cambio climático la agricultura química que intoxica el Mar Menor

    Vista del mar Menor (Murcia). Shutterstock / Maria Mancha

     

    La falta de oxígeno (anoxia) es la causa principal de la masiva muerte de peces y vida, en general, en el Mar Menor.

    Vemos las consecuencias de un largo proceso. Se ha señalado como responsable de la catástrofe de esta laguna litoral a la masiva aportación de nitratos y nitritos, esto es, al abono sintético. También se culpa a las algas, que ante la presencia de nutrientes crecen de forma desmesurada y disminuyen la penetración de luz solar y aceleran la disminución de oxígeno. Todo apunta a la agricultura.

    El nitrógeno y el fósforo en agricultura

    En el mundo se producen 450 millones de toneladas de nitrógeno que se destinan a la agricultura. Entre 1961 y 2019 el uso de fertilizantes sintéticos ha crecido un 800 %, lo que constituye un problema energético y climático: gastamos más del 5 % de gas natural mundial en extraer nitrógeno de la atmósfera.

    La agricultura contribuye al cambio climático. Dentro de la Hoja de Ruta del Hidrógeno en España –la apuesta por el hidrógeno verde del Gobierno– se quiere sustituir el gas natural para producir fertilizantes por energía renovable mediante el proceso Haber-Bosch. Para ello, se usa nitrógeno, potasa extraída de la roca y fósforo extraído de roca fosfórica. Un estudio de 2017 señala que en lo que llevamos de siglo XXI su uso ha crecido en un 41 %.

    Además de ser un problema energético y climático, está detrás de la catástrofe del Mar Menor. Ese nitrógeno y fósforo que usa la agricultura acaban disipados, en parte en la atmósfera y en parte en los océanos. Ello a pesar de la convención de Naciones Unidas de 1992 que protege los océanos.

    Entre 10,5 y 15,2 millones de toneladas de fósforo acaban cada año en los océanos. El nitrógeno provoca acidez: un pH menor de 7,8 hace que las aguas no sean aptas para la vida. No toda la acidez de los océanos está relacionada con el ciclo del carbono; la agricultura tiene parte de la responsabilidad.

    Un sistema alimentario insostenible

    El ciclo del nitrógeno y el fósforo ha sobrepasado los límites planetarios. En el largo plazo, si las tendencias no cambian, nos enfrentaremos en pocas décadas a un colapso del sistema alimentario global.

    El uso de fertilizantes ha disminuido el fósforo del suelo: “El contenido de fósforo de nuestra tierra, después de años de cultivo, ha disminuido considerablemente. Necesita reponerse. La necesidad de un mayor uso de fosfatos y la conservación de nuestros suministros de fosfatos para las generaciones futuras es, por tanto, un asunto de gran preocupación pública”, señalaba F. D. Roosevelt en 1938.

    Las reservas necesitan reponerse; el suministro de fosfato es una preocupación para generaciones futuras. En las últimas décadas se ha incrementado su uso en un 800 %. Hoy los agricultores afrontan una crisis de fósforo.

    Nitrógeno sintético

    En la vida están involucrados pocos elementos: nitrógeno, oxígeno, carbono, hidrógeno, azufre y potasio. En 1974 J. Lovelock y L. Margulis observaron que la homeostasis de la Tierra se estaba viendo alterada por el uso de nitrógeno sintético. Es otra prueba de la llegada del Antropoceno.

    El resultado es que este nitrógeno de síntesis interfiere en el ciclo natural del nitrógeno orgánico, lo que a su vez explica la necesidad de incrementar su uso. Hoy necesitamos diez calorías de energía fósil para obtener una caloría de alimentos; hace un siglo, una caloría fósil proporcionaba diez de alimentos.

    La agricultura usa nitrógeno sintético, el 70 % del agua mundial, fósforo mineral y biocidas. Y el resultado es que se altera el ciclo del nitrógeno, el oxígeno y el carbono. Y una de las consecuencias es el desastre de Mar Menor.

    Este tipo de catástrofes que ocurren a “cámara lenta” no se perciben: se pierden 75.000 toneladas de suelo fértil anual, 1.300 millones de personas viven en zonas agrícolas degradadas, un 25 % de suelo agrícola muestra pérdidas persistentes en productividad. Mientras tanto, se señala como culpable al impersonal cambio climático.

    En el camino equivocado

    La agricultura es responsable de la emisión de 6,1 Gt de CO₂ equivalente de carbono. Estas emisiones tienen lugar especialmente en primavera y otoño cuando los tractores remueven la tierra y los rayos de sol matan microorganismos que fijan nutrientes. El control de plagas contamina toda la planta y mata polinizadores; pero también la fertilidad que proporciona microorganismos.

    Sabemos que los microorganismos están involucrados en el ciclo del nitrógeno, de la materia orgánica, del oxígeno y del carbono y participan en la producción de la molécula de dimetilsulfuro (DMS), clave en el crecimiento vegetal y la formación de nubes y lluvia.

    Si las plantas agotasen los recursos, como suponía Justus von Liebig en 1864, nuestra civilización hubiera desaparecido hace miles de años. El concepto de capacidad de carga no explica la causa del problema, sino la consecuencia. El hombre cazador-recolector tiene un comportamiento ecológico; la agricultura actual respecto a la de las civilizaciones persa y egipcia es cuantitativa. Para Paul Ehrlich, la agricultura se convierte en problemática cuando ha de alimentar un crecimiento poblacional.

    En 1842, von Liebig fundó la agricultura científica, que aplica una mirada química a las plantas que usan el nitrógeno. Frente a las tesis de Malthus y sus profecías, encuentra una solución a la amenaza de pérdida de fertilidad de la tierra: usar nitrógeno inorgánico. En 1920, otro químico, Fritz Haber usa nitrógeno directamente en la agricultura.

    Inicios de la agroquímica

    Después de la Primera Guerra Mundial se empieza a usar nitrógeno en agricultura, siguiendo las teorías de Justus von Liebig, para mantener las interacciones metabólicas. Fritz Haber había perfeccionado la técnica para aplicar directamente en las plantas estos fertilizantes, por lo que obtuvo el premio Nobel. La industria química fabricó nitrógeno sintético para producir explosivos y encontró, después de la guerra, un uso como fertilizante.

    Pero ese uso civil de la industria de la guerra en agricultura tuvo críticas tempranas. Ragnar Berg advirtió en 1930 que el nitrógeno sintético altera el ciclo del nitrógeno orgánico y los alimentos con nitrógeno de síntesis no tienen las mismas vitaminas, ni minerales, ni oligoelementos que los productos orgánicos. Hoy, la exposición a los nitritos y nitratos constituye un problema para la salud.

    Alimentos deficitarios en nutrientes

    El contexto importa. No solo es un problema de dietas, ni de comer de modo más sostenible productos de proximidad, ni de comer productos frescos, pues seguramente son cultivados con nitritos y nitratos. Los productos ecológicos solo garantizan haber sustituido fertilizantes sintéticos por ecológicos, pero no garantizan haber recuperado la fertilidad del suelo que permite que los alimentos tengan las vitaminas, aminoácidos y oligoelementos adecuados.

    Lo más grave no es que el proceso Haber-Bosch suponga un tercio de la energía de la agricultura. No seremos sostenibles si no se cuestionan los postulados de Justus von Liebig, padre de la agroquímica.

    Lo ocurrido en el Mar Menor nos enseña que es necesaria una completa transformación de la ciencia aplicada a la agricultura; una ciencia que apenas tiene unas décadas y ha producido desastres como no se habían producido en miles de años.

     

    Publicado en The Conversation el 8 de septiembre de 2021. Enlace al original: https://bit.ly/3lfZn51

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  • Depuradoras de microalgas: ahorran energía, absorben CO2 y producen fertilizantes sostenibles

     5 - 6 minutos

    Reactor de microalgas. Shutterstock / AJCespedes

    El culto a la belleza y la higiene personal de la Grecia Clásica dio lugar a uno de los primeros sistemas de tratamiento de aguas residuales. Este interés por alejar los residuos y gozar de agua limpia se extendió a la antigua Roma. La famosa Cloaca Máxima permitía eliminar los desperdicios de una de las ciudades más pobladas del mundo antiguo.

    En este cuadro puede observarse la Cloaca Máxima de Roma. Christoffer Wilhelm Eckersberg / National Gallery of Art

    Estos avances se vieron truncados durante la Edad Media. Muy pocas ciudades conservaron estructuras del alcantarillado romano. Los pozos ciegos pronto se desbordaron. Y, aunque ahora parezca descabellado, arrojar los excrementos por la ventana al grito de “¡agua va!” se convirtió en una practica habitual. Como se imaginarán, además de conflictos entre vecinos, esta practica atrajo un sinfín de plagas y enfermedades.

    En la actualidad, en los países desarrollados ya no se ven las aguas residuales discurriendo por las calles. Pero como bien saben los creyentes, esto no significa que no existan. Para verlas, solo es necesario conducir unos pocos kilómetros hacia cualquier depuradora funcionando en las afueras de las ciudades. Estas instalaciones se encargan de retirar contaminantes del agua residual, permitiendo verterlas o reutilizarlas de forma segura. Han sido un gran avance y son imprescindibles. Sin embargo, los contaminantes retirados no se recuperan y son procesos caros que demandan una gran cantidad de energía.

    Microalgas: depuradoras eficientes y sostenibles

    En plena era del cambio climático, la regeneración de las aguas residuales es de vital importancia para el desarrollo sostenible. Un refrán antiguo dice que no se extraña el agua hasta que el pozo esta seco. Lo cierto es que el pozo aún no esta seco, pero poco a poco lo estamos secando. La situación ya es dramática. Una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre. Alrededor de 4 000 millones de personas carecen de servicios básicos de saneamiento. Además, las aguas contaminadas son la principal causa de muerte a nivel mundial.

    Ante esta situación, una de las principales metas de las Naciones Unidas es lograr el acceso universal y equitativo al agua. Las microalgas están llamadas a ser una de las claves para la gestión integrada de los recursos hídricos. Nos permiten depurar aguas residuales con un menor consumo de energía y aumentar la sostenibilidad del proceso al mismo tiempo. Consumen menos energía porque hacen la fotosíntesis y, por lo tanto, se nutren de luz solar.

    Reactor de microalgas. Ana Sánchez Zurano, Author provided

    Otra enorme ventaja de estos microorganismos es que consumen dióxido de carbono para producir y acumular compuestos de interés. No olvidemos que el dióxido de carbono es uno de los principales causantes del cambio climático. Estos productos de interés, por ejemplo bioestimulantes agrícolas, permiten obtener beneficios de donde antes solo se generaban costes.

    Su capacidad de depurar aguas residuales les da un rol dual: permiten recuperar contaminantes del agua residual y producir compuestos de valor simultáneamente. Esta es una de sus mayores virtudes. En los procesos basados en microalgas, la palabra recuperar es la clave. Mientras que los nutrientes y contaminantes del agua residual se retiran en los procesos convencionales, las microalgas tienen la capacidad de recuperarlos.

    Estos microorganismos recuperan carbono, nitrógeno y fósforo de las aguas residuales para reproducirse y producir más individuos, o lo que es lo mismo, biomasa. Podemos utilizar la biomasa producida como un fertilizante ecológico y sostenible o como ingrediente para piensos animales.

    Los bioestimulantes basados en microalgas son una garantía de sostenibilidad. Consumen dióxido de carbono durante su producción y permiten obtener frutas y hortalizas de calidad con un menor consumo de fertilizantes fósiles y agua. Su utilización en piensos también es sostenible. No solo mejoran la salud de los animales, también minimizan la necesidad de importar productos como la soja.

    Desafíos para su aplicación a gran escala

    La depuración de aguas residuales que utilizan microalgas es una tecnología novedosa. Aún esta en desarrollo y se enfrenta a una serie de desafíos. Al tener un color intenso, las microalgas se sombrean unas a otras. Debido a su necesidad de luz, se debe trabajar con aguas poco profundas.

    Uno de los principales objetivos de los estudios en este ámbito es incrementar la eficiencia de dichos procesos, permitiendo depurar mayores volúmenes de agua en reactores mas pequeños. Además, se conoce muy poco sobre cómo los parámetros ambientales y de trabajo afectan a la calidad de las microalgas producidas. Esto es de vital importancia, ya que afecta directamente a la calidad del producto final.

    Investigación en el laboratorio con microalgas. Ana Sánchez Zurano, Author provided

    También se están realizando grandes esfuerzos para comprender como interaccionan estos organismos con las bacterias. Las bacterias están presentes de forma natural en el agua residual y el medio ambiente. Colaboran con las microalgas en la depuración de las aguas. Conocer con más detalle este proceso permitirá diseñar sistemas mas eficientes y sostenibles.

    Las aguas residuales han pasado de ser aguas negras en la Edad Media a oro negro en el siglo XXI. Aunque aún queda un largo camino por recorrer, los resultados obtenidos hasta la fecha son prometedores. Ya hay ciudades como Chiclana, en Andalucía, que utilizan depuradoras de microalgas. En Mérida se esta construyendo una de las mayores depuradoras de microalgas de Europa gracias al proyecto H2020 SABANA. Poco a poco aprenderemos a aprovechar las grandes ventajas que nos ofrecen estos pequeños y valiosos seres vivos.

    Fuente: Autores: Ana Sánchez Zurano: Investigadora en Biotecnología, Universidad de Almería y Tomás Lafarga: Investigador del área de Ingeniería Química, Universidad de Almería. Publicado 4 julio 2021 21:37 CEST

  • Fertilizantes, energía y su impacto en la producción de alimentos

     

    Mucha gente se ha sorprendido al ver que el precio de los fertilizantes se ha triplicado en unos pocos meses y que incluso se escucha en las noticias que habrá una falta de producto.

    El término fertilizante es amplio y engloba a los productos que proporcionan nutrientes a las plantas para su crecimiento. Se refiere tanto a los fertilizantes minerales (que provienen de síntesis industrial o de extracción minera) como a los fertilizantes orgánicos (que son derivados de excrementos y subproductos de animales, industrias agroalimentarias e incluso residuos urbanos).

    En concreto, el aumento de precios al que nos referimos afecta a los fertilizantes minerales y está muy relacionado con el alto consumo energético que requiere su fabricación.

    Dependientes de los fertilizantes

    El nitrógeno es el nutriente más empleado por los cultivos y los fertilizantes nitrogenados minerales, los más utilizados por los agricultores. Esto es principalmente cierto para los cereales, que reciben más de la mitad de los fertilizantes minerales nitrogenados y de los que depende buena parte de la nutrición de las personas y de los piensos para animales.

    Así, se ha estimado que hoy en día entre un tercio y la mitad de la producción de alimentos para la humanidad depende directamente de la aplicación de los fertilizantes nitrogenados. Por lo tanto, la falta de estos fertilizantes podría desembocar en un alza del precio de los alimentos, con consecuencias impredecibles.

    Estas grandes cifras tienen asociado cierto nivel de incertidumbre, pero son suficientemente sólidas para que nos hagamos varias preguntas: ¿por qué aumenta de esta forma el precio de los fertilizantes nitrogenados? ¿Pueden ser sustituidos por otros fertilizantes minerales? ¿Existen alternativas a corto y a medio plazo que puedan paliar nuestra dependencia de estos fertilizantes?

    Un proceso con alta demanda energética

    En primer lugar, el precio de los fertilizantes nitrogenados está intrínsicamente ligado al precio de la energía. Más concretamente, al de los combustibles fósiles que se utilizan para su síntesis.

    La fabricación de los fertilizantes nitrogenados se basa en el proceso Haber-Bosch, inventado a principios del siglo XX. Este proceso consiste en la reacción de nitrógeno e hidrógeno gaseoso para producir amoníaco. Este compuesto es después utilizado para producir una gran variedad de fertilizantes nitrogenados o de fertilizantes complejos que contienen otros nutrientes además de nitrógeno.

    La fuente inagotable de materia prima que sirve para la síntesis de amoníaco es el N₂, un gas inerte mayoritario en la atmósfera terrestre (78 %), formado por dos átomos de nitrógeno unidos por un fuerte enlace triple. Para que se produzca la ruptura de este enlace y acelerar la reacción con el hidrógeno, es necesaria una gran cantidad de energía que permita elevar la presión (150-200 atmósferas) y la temperatura (200-300 ℃).

    La energía necesaria para llevar a cabo el proceso de Haber-Bosch se obtiene principalmente a partir de la quema de gas natural. Por eso los precios de los fertilizantes nitrogenados están íntimamente ligados a los de los combustibles fósiles. El proceso de Haber-Bosch y sus modificaciones (por ejemplo, Bosch-Meier para la síntesis de urea) producen más de 100 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados al año. Representan aproximadamente un 8,3 % de la energía consumida en el mundo.

    El transporte y la distribución de los fertilizantes también tienen asociado un consumo de energía, aunque es muy bajo comparado con el de la síntesis.

    Otros nutrientes

    La extracción minera de roca fosfórica y potásica es imprescindible para la obtención de los dos macronutrientes (fósforo y potasio) necesarios para los cultivos, pero, nuevamente, su consumo energético es mucho menor que el de la síntesis de los nitrogenados.

    Cada uno de los nutrientes tiene funciones específicas en la planta. Por eso, respondiendo a la segunda pregunta, no pueden ser reemplazados entre sí. Es decir, la falta de nitrógeno en un cultivo no puede suplirse con una mayor aplicación de potasio, sino que el suministro de nutrientes debe ser equilibrado.

    En su conjunto, la UE es muy poco autosuficiente en fertilizantes minerales. Importa el 85 % de los fertilizantes potásicos, el 68 % de los fosfóricos y el 30 % de los nitrogenados. Una parte muy importante de estas importaciones (46 %) provienen de Rusia o Bielorrusia, al igual que el gas utilizado para sintetizar los fertilizantes nitrogenados.

    Soluciones a corto plazo

    Analicemos por lo tanto las alternativas a corto y medio plazo para paliar la dependencia europea de los fertilizantes.

    Los más agoreros predicen una elevada caída de rendimiento de los principales cultivos debido a la escasez de fertilizantes para este año. Sin embargo, es muy probable que esa caída no sea tan elevada.

    Los suelos agrícolas actúan como reservorio de nutrientes y, debido a las generosas aplicaciones de fertilizantes tan comunes en muchos casos, pueden contener un legado importante que se libere durante la presente campaña. Por lo tanto, es muy improbable que observemos pérdidas de rendimiento debidas a falta de nutrientes en los grandes cultivos durante este año.

    Podría haber mermas en algunos casos en la calidad de los productos, como puede ser la disminución de proteína en trigo asociada con la absorción de nitrógeno o la menor acumulación de grasas en oleaginosas asociadas al potasio. De hecho, es un año en el que será importante que los agricultores empleen el dinero en análisis de suelo y planta para que los pocos fertilizantes disponibles se destinen solo a los campos y cultivos que más lo necesitan.

    A su vez, muchos agricultores tienen una gran capacidad de adaptación y buenos conocimientos. Si se les dan las facilidades para que los apliquen, podrán adaptarse utilizando cultivos con alta capacidad de extracción de nutrientes.

    Un ejemplo es el girasol, que con su potente sistema radicular es capaz de obtener elevados rendimientos aprovechando los nutrientes residuales del suelo. Ahora que la UE ha permitido el cultivo de las tierras que obliga a dejar en barbecho (5-6 % del total cultivado) y si las condiciones primaverales acompañan, veremos mucho girasol en los campos, lo que ayudará también a paliar las deficiencias del mercado creadas por el conflicto bélico en Ucrania.

    Shutterstock / irin-k

    Alternativas a largo plazo

    Esta crisis en los productos agrarios nos debería empujar a pensar en soluciones más duraderas. El legado de los suelos podría suministrar nutrientes durante varios años en algunos casos (como el fósforo), pero en otros casos, como el nitrógeno, este legado se verá agotado en una o dos campañas.

    Entre las estrategias a seguir están, en primer lugar, aquellas destinadas a mejorar la eficiencia de uso de los nutrientes por el cultivo. Es decir, la cantidad de nutriente que es realmente utilizada por la planta. Para ello es fundamental potenciar tecnologías digitales (sensores, teledetección, abonadoras de dosis variable) y tradicionales (análisis suelo y planta), que permitan aplicar la dosis de fertilizante ajustada a las necesidades del cultivo y en el momento adecuado.

    Además, debemos potenciar la obtención de genotipos de cultivo con mayor capacidad de extracción de nutrientes y las interacciones planta-microorganismo que mejoren el acceso a nutrientes poco disponibles. Debemos potenciar rotaciones de cultivo en las que se introduzcan leguminosas, como una vía segura y bien adaptada a las condiciones mediterráneas para disminuir la dependencia de fertilizantes nitrogenados.

    En este rediseño de los sistemas agrarios, es importante reforzar la conexión entre los sistemas de cultivo con los de producción ganadera, de forma que los residuos orgánicos de las granjas de animales se conviertan en una fuente de nutrientes mediante sistemas de economía circular.

    Cambios necesarios para avanzar hacia una fertilización más sostenible. Miguel Quemada y Jose L. Gabriel, Author provided

    Finalmente, a nivel de cadena alimentaria, la mejora de la eficiencia de nutrientes pasa por una disminución de las pérdidas de alimentos y una transformación a dietas con mayor proporción de alimentos vegetales frente a los animales. En este sentido, los consumidores podemos colaborar para mejorar la eficiencia de nutrientes valorizando nuestros alimentos y retomando la dieta mediterránea.

    Volviendo a la síntesis de fertilizantes nitrogenados, el proceso de Haber-Bosch se ha ido perfeccionando con el tiempo y se siguen buscando alternativas que quizás mejoren la eficiencia energética. A su vez, se están produciendo avances muy significativos en la fuente de energía que lo alimenta. Hoy en día ya existen plantas piloto en las que la energía es suministrada en su mayor parte mediante renovables.

    En concreto, en España, el empleo de paneles solares para alimentar una planta industrial de síntesis de amoníaco estará en funcionamiento en los próximos años. Se han denominado fertilizantes nitrogenados verdes y, aunque todavía llevará un tiempo hasta que supongan una parte importante de la producción de fertilizantes, es una tecnología ya puesta apunto y con un gran potencial a largo plazo.

    Finalmente, los fertilizantes son el combustible de nuestro sistema de producción de alimentos, pero su uso responsable es fundamental. En las últimas décadas hemos aprendido mucho sobre el impacto nocivo que su abuso puede tener sobre el medio ambiente y la salud humana. La mejora de la eficiencia del uso de nutrientes en el conjunto del sistema de producción va asociada a la mejora de la eficiencia energética, y ambas son el camino para aumentar la soberanía alimentaria en la UE.

    Fuente:  Miguel Quemada, Catedrático de Producción Agraria. ETSIAAB y CEIGRAM. Miembro del Grupo Europeo de Expertos en Nitrógeno (EUNEP), Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Científico titular del INIA-CSIC especializado en sistemas agrarios sostenibles, Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)

     

     

  • Riego con bacterias para usar menos fertilizantes

    Shutterstock / Savyolova Ekaterina

     

    Imagine, por un momento, que sus pies están anclados al suelo. Si tiene sed, no puede ir a por un vaso de agua. Si tiene hambre, no puede ir a por comida. Si le da el sol, no puede moverse hacia la sombra. Parece complicado sobrevivir así, ¿verdad? Pues así viven las plantas. Fijadas al suelo, expuestas al ambiente y solo pueden usar lo que tienen a mano.

    Esto hace que su crecimiento se vea muchas veces limitado. ¿Qué pasa cuando esa planta es un cultivo que va a servir de alimento a una población que aumenta cada vez más, y que demanda más y mejores alimentos? Que el ritmo de la naturaleza no es suficiente para compensar el ritmo de producción y consumo de la sociedad. De ahí el uso de fertilizantes.

    Pan para hoy, hambre para mañana

    Fertilizantes y pesticidas aportan los nutrientes necesarios que la planta no puede ir a buscar y la defienden de enfermedades e insectos. Esto incrementa la producción de alimentos, pero trae otros problemas. Por un lado, la calidad del alimento se puede ver mermada y, por otro, se altera la salud del suelo a largo plazo. De hecho, a día de hoy, un tercio del suelo de nuestro planeta se encuentra de moderada a altamente degradado.

    Por ello, se buscan alternativas más ecológicas (y asumibles económicamente) para mantener la producción de los cultivos sin perjudicar el medio ambiente. Una de estas alternativas es el uso de bacterias.

    ¿Pero las bacterias no son malas?

    Las bacterias siempre han tenido muy mala fama. Sabemos que provocan enfermedades como salmonelosis, legionelosis o gonorrea. A la mente nos viene ese anuncio de producto de limpieza que acaba con la suciedad y las dichosas bacterias de nuestra casa. ¿Cómo puede ser bueno algo así?

    Pues bien, bacterias hay por todas partes. En el aire que respira, en su cuerpo, en su comida, en el botón del ascensor que pulsa para subir a casa, en la pantalla de su móvil, etc. Si todas fueran perjudiciales, tendríamos un serio problema.

    Algunas son potencialmente perjudiciales, otras beneficiosas y otras, simplemente, conviven con nosotros en armonía. Y por supuesto, el suelo no es una excepción. En el suelo hay bacterias. Muchas bacterias. En un solo gramo de suelo sano, puede haber mil millones de bacterias. Pensémoslo de nuevo. En una cucharada grande de suelo hay más bacterias que habitantes tiene todo el planeta Tierra. Y en él, cumplen funciones muy importantes para mantener su viabilidad.

    Las bacterias como fertilizantes vivientes

    Muchas de estas bacterias no están en el suelo por casualidad. Algunas han conseguido establecer un pacto con las plantas, y a lo largo de los años se han adaptado a vivir con ellas.

    Las bacterias se alimentan de lo que las plantas excretan por sus raíces y, a cambio, les hacen algunos favores. Por ejemplo, hay bacterias que producen hormonas vegetales que aumentan el crecimiento de las raíces. También ayudan a la planta a tomar nutrientes del suelo.

    Elementos como el nitrógeno, el hierro y el fósforo son fundamentales para las plantas. Muchas veces, en el suelo hay cantidad suficiente de estos elementos, pero en formas en las que los vegetales no los pueden tomar. Es como si estuviéramos sentados sobre una montaña de granos de café, pero no pudiéramos tomar ni una taza. Necesitamos transformarlo. Eso hacen las bacterias por distintos mecanismos fisicoquímicos.

    Por si fuera poco, también son capaces de producir compuestos contra determinados insectos, hongos y otras bacterias patógenas. Así, hay bacterias que son capaces de actuar como auténticos fertilizantes y pesticidas vivientes, y se estudia su uso como fertilizantes naturales en una gran variedad de cultivos.

     

     

    Campo de cultivo de fresa bajo plástico en Huelva. Shutterstock / miquelito

     

    Bacterias y fresas

    La fresa es uno de los cultivos donde se estudia el uso de fertilizantes bacterianos porque constituye un motor económico y social fundamental para España, en especial para Andalucía. El problema es que su cultivo intensivo hace que necesite una gran cantidad de fertilizante y agua. Como consecuencia, los residuos contaminan suelos, aguas superficiales y subterráneas.

    Si trasladamos esto al Parque Nacional de Doñana y su entorno, donde hay grandes extensiones de cultivos de fresa, la situación se agrava más. En la actualidad, en un proyecto financiado por la Junta de Andalucía estamos probando a usar fertilizantes bacterianos seleccionados en cultivos de fresa con fertilizante y riego reducidos un 30 %.

    Reducir riego y fertilizantes no solo supone un alivio medioambiental, sino también una considerable rebaja de la inversión económica que hace el agricultor. En invernadero, se ha comprobado que las plantas regadas con una solución bacteriana no consiguen llegar a crecer igual que las tratadas con la cantidad de fertilizante y riego habituales. Sin embargo, es curioso el hecho de que logran producir casi las mismas fresas, en cantidad y tamaño.

    Tras estas pruebas en invernadero, actualmente se están llevando a cabo pruebas en fincas reales en la provincia de Huelva, y habrá que esperar un poco para conocer los resultados. Por supuesto, son primeras tomas de contacto que hay que pulir hasta conseguir el efecto deseado. También hay que seguir trabajando en aspectos importantes para su aplicación, como la duración de su efecto, el estado del suelo y de las aguas a largo plazo, etc.

    Parece que el uso de bacterias supone una promesa consistente para contribuir a desarrollar cultivos que necesiten menos fertilizantes y pesticidas químicos y riego. Sin embargo, hay que seguir trabajando en algunos aspectos relacionados con su aplicación a gran escala y a largo plazo. Y por qué no, esta estrategia ecológica iría muy bien acompañada de un replanteamiento del consumo y la producción en nuestra sociedad actual.

     

    Publicado en The Conversation el 16 de septiembre de 2021. Enlace al original

     

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    Jennifer Mesa Marín does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

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  • Un mundo cada vez más salado

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