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  • ¿Por qué mueren las aves en los tendidos eléctricos?

    5 - 6 minutos

    Los tendidos eléctricos, sus cables y sus postes se han convertido en un elemento habitual en el entorno en el que vivimos. Las líneas eléctricas atraviesan montañas y llanuras y las torretas eléctricas aparecen en cualquier rincón o pueblo, alterando el paisaje.

    El consumo y la generación de electricidad en España no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Y dejará de hacerlo, especialmente por la llegada de la movilidad eléctrica y la expansión de las nuevas instalaciones de energías renovables como eólicas y fotovoltaicas.

    Lo que puede ser una buena noticia para el mix energético con el aumento de las energías verdes, tiene un fuerte impacto en la biodiversidad, especialmente en las aves. Estudios recientes han estimado que entre 11.000 y 33.000 aves rapaces mueren al año por los tendidos eléctricos. Es la principal causa de muerte para varias especies, entre ellas la amenazada águila imperial ibérica, el águila perdicera y la avutarda.

    Además, es probable que estos números estén subestimados debido a la actividad de carroñeros que se han habituado a recorrer los tendidos en busca de animales muertos o malheridos.

    Colisiones y descargas eléctricas

    Las aves sufren los tendidos eléctricos por partida doble. Por un lado, especies con gran envergadura como grullas, cigüeñas o avutardas pueden chocar contra los cables por los que discurre la electricidad, lo que comúnmente se conoce como colisión.

    Por otro lado, los postes o apoyos eléctricos suponen otra amenaza para aquellas especies de aves como las rapaces, los córvidos o las carroñeras que utilizan estos lugares como oteaderos o lugares de descanso. Debido a la cercanía de cables a su zona de posada, se produce una descarga eléctrica, una electrocución.

    La descarga se puede producir de dos formas principalmente: al tocar dos cables o al tocar un cable y la torreta eléctrica que se encuentra conectada a tierra. En ambos casos se provoca una diferencia de potencial y, por ende, la electricidad atraviesa el cuerpo del ave.

    Paradójicamente, cuando palomas, estorninos u otras aves se encuentran descansando en el cable y no están tocando nada que genere una diferencia de potencial, no se produce descarga. En este caso la electricidad “prefiere” discurrir por el superconductor (el cable eléctrico) sin atravesar el cuerpo del ave.

    Como hemos dicho anteriormente, solo cuando se unen dos elementos con voltajes distintos, las fuerzas tienden a igualarse discurriendo a través de cualquier elemento que sea mínimamente conductor. Obviamente, son las aves de medio y gran tamaño las más vulnerables a los postes, dado que pueden alcanzar diversas partes del apoyo al abrir sus alas para alzar el vuelo o al aterrizar.

    Todo ello supone que los tendidos eléctricos son probablemente la causa de mortalidad más elevada para muchas especies de aves y un sumidero que todos los años se lleva por delante la esperanza de recuperación de muchas especies amenazadas.

    Cadáver de águila perdicera. Foto tomada durante el desarrollo del proyecto AQUILA a-LIFE de recuperación de esta ave. GREFA, Author provided

    ¿Quién es responsable de estas muertes?

    Según la Ley de Responsabilidad Medioambiental (Ley 26/2007), el generador de una actividad económica está obligado a evitar que esta provoque un daño al medio ambiente mediante medidas correctoras. Si esto no se cumple, se aplicarán sanciones mediante el principio conocido como “quien contamina, paga”.

    Esta ley se empezó a aplicar gracias a la presión de los departamentos legales de determinadas comunidades autónomas que veían cómo año tras año las poblaciones de muchas aves iban decayendo debido a los tendidos eléctricos.

    También fueron impulsores de esta ley la Fiscalía de Medio Ambiente y la Plataforma SOS Tendidos Eléctricos. Esta última consistente en un grupo de presión sobre esta temática formado por nueve entidades conservacionistas.

    ¿Cómo podemos evitarlas?

    La solución más sencilla sería eliminar los tendidos eléctricos y que estos fueran bajo tierra, como ocurre en las ciudades. Pero su viabilidad es escasa.

    Por ello, para evitar la electrocución, se exige eliminar todos aquellos elementos en tensión por encima de la zona de posada y “enfundar” con material aislante las zonas cercanas a los apoyos eléctricos.

    En el caso de la colisión, lo que se busca es hacer visibles los cables para evitar que las aves choquen. Esto se lleva a cabo con balizas, que han evolucionado mucho en los últimos años.

    Actualmente, todas estas soluciones al problema se encuentran homologadas y regladas por normativa expresa para ello, evitando así montajes defectuosos o con material de baja calidad. Pero igualmente, debido a un posible deterioro, deben ser revisadas trianualmente para ver si se encuentran en perfecto estado.

    Los propietarios de los tendidos (compañías y particulares) actualmente saben que son los responsables de la mortalidad que se produce en sus líneas. Esto debería impulsarles a tomar iniciativas firmes para acabar con un problema de primera magnitud en cuanto a la conservación de la biodiversidad se refiere.

    Este artículo ha sido escrito en colaboración con Juan José Iglesias Lebrija, responsable de Seguimiento de Especies Amenazadas del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat.

    Fuente:  Alfredo García Fernández.Profesor de Biología y Conservación, Universidad Rey Juan Carlos

     

     

  • A los agricultores de Inglaterra se les pagará por repoblar tierras

     Dartmoor

    Se invitará a los agricultores de áreas como Dartmoor en Devon, donde hay una importante campaña de reconstrucción, a presentar ofertas para 10-15 proyectos piloto. Fotografía: dpe123 / Getty / iStockphoto

     

    En Carbon Brief  y con más extensión en un artículo publicado en The Guardian el pasado 6 de enero, Fiona Harvey nos comenta lo siguiente:

    El esquema de subsidio agrícola posterior al Brexit para Inglaterra incluirá pagos para la reconstrucción. "Esto conducirá a que vastas extensiones de tierra se administren nuevamente para conservar especies, proporcionar hábitats para la vida silvestre y restaurar la salud de los ríos y arroyos".

    “Se están convocando ofertas para 10-15 proyectos piloto, cada uno de los cuales cubre al menos 500 hectáreas y hasta 5.000 hectáreas, hasta un total de aproximadamente 10.000 hectáreas en la primera fase de dos años, alrededor de 10 veces el tamaño del Parque Richmond. en Londres. Estos pilotos podrían involucrar la reconstrucción total u otras formas de gestión que se centren en la recuperación de especies y hábitats de vida silvestre ".

    The Independent asegura que el plan restaurará hasta 300.000 hectáreas en dos décadas, según el gobierno. "El gobierno dijo que los esquemas tienen como objetivo detener la disminución de especies y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que el Reino Unido tiene como objetivo lograr cero neto de emisiones para 2050".

    Por su parte, el Financial Times nos traslada que los planes serán establecidos hoy por el gobierno, pero señala que la Unión Nacional de Agricultores y las tres organizaciones benéficas de la naturaleza más grandes del Reino Unido han explicado que faltan detalles en las propuestas.

    BBC News informa que "los grupos ambientalistas dicen que los nuevos planes carecen de detalles y pueden no cumplir con los objetivos".

     

     

     

     

     

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  • Cómo gestionar la transición energética para que no acabe con la biodiversidad

    Pico Correcillas o Polvoredo, en la Cordillera Cantábrica (León). Se observan zonas susceptibles de ser afectadas por la ubicación de proyectos de producción de energía. Rodrigo Castaño de Luis, Author provided

    Vivimos en un siglo caracterizado por cambios globales que están estrechamente vinculados entre sí: la emergencia climática, el pico del petróleo, la crisis de biodiversidad, el abuso de fertilizantes, herbicidas e insecticidas y el desmesurado crecimiento poblacional, entre otros.

    Además, todos estos fenómenos están relacionados con nuestro planeta y sus habitantes, con el lugar y los seres con quienes compartimos tiempo y espacio. Y todos se nos presentan como retos importantes. Amenazan directamente nuestro bienestar y, en muchos casos, también nuestras vidas.

    Afortunadamente, comenzamos a reaccionar. Tanto Europa como España están emprendiendo acciones para frenar algunos de estos cambios. Principalmente, los que involucran al calentamiento global (mediante la descarbonización energética) y a la crisis de biodiversidad (empleando las sucesivas estrategias de la UE sobre biodiversidad).

    Puesto que ambos procesos están íntimamente interconectados, cualquier posible solución pasa por abordarlos de manera sincrónica, conjunta y equilibrada. Desde luego, la resolución de uno de ellos no puede, en ningún caso, suponer efectos negativos para el otro.

    Sin embargo, el proceso actual de transición energética parece totalmente ajeno a esta última afirmación. Se observa un tsunami de proyectos de energías renovables, en muchas ocasiones con dimensiones desorbitadas, que superan los objetivos propuestos por las Estrategias del Plan Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC).

    Estos proyectos se localizan sobre y cerca de áreas de alto valor ambiental y, en ningún caso, contemplan los impactos, ni locales ni sinérgicos, sobre el medio ambiente y la biodiversidad.

    Lo que subyace es más de lo mismo. Más de lo que nos ha traído a esta situación de crisis que ahora tenemos que afrontar: megaempresas que venden su producto como “energía limpia”, pero cuyos objetivos son los beneficios económicos rápidos. En muchas ocasiones, buscan recibir subvenciones destinadas a la protección medioambiental, pero con resultados que no solo no ayudan a conservar el medio ambiente, sino que implican una importante degradación del mismo.

    Grupos de trabajo especializados

    Un buen número de iniciativas están haciendo frente a esta situación. Están promovidas por estamentos sociales muy diversos: población local directamente perjudicada por los proyectos, incluyendo a empresas que desarrollan actividades económicas en las zonas afectadas, colectivos conservacionistas preocupados por el deterioro medioambiental y también técnicos e investigadores en diversas disciplinas relacionadas con el patrimonio natural.

    En esta última categoría entra MEDINAT, un grupo de trabajo abierto formado por especialistas en diferentes aspectos del medio natural y centrado en el ámbito de la Cordillera Cantábrica. Sus principales objetivos son los siguientes:

    • Documentar diversas afecciones al medio natural relacionadas con proyectos de producción energética industrial.
    • Poner a disposición pública los informes que se generan, así como la normativa relacionada.
    • Prestar apoyo a diversos colectivos en el trabajo de alegaciones.

    De cara al futuro, MEDINAT tiene como objetivo analizar posibles escenarios para que la transición energética tenga un efecto favorable para el medio ambiente.

    ¿Cómo diseñar los proyectos?

    La pregunta clave es qué aspectos habría que tener en cuenta para que la transición energética se haga de forma beneficiosa para la conservación de la biodiversidad.

    Es importante comprender que existe una serie de factores que degradan la biodiversidad. Su desarrollo solo es posible si permitimos la existencia de territorios naturalizados, donde la intervención humana no afecte a los delicados ciclos y cascadas tróficas que la sustentan.

    Con esta problemática en mente, indicamos algunos aspectos que habría que considerar:

    1. Zonificación adecuada.Implica una planificación previa y vinculante realizada por técnicos y especialistas que determinen las zonas más adecuadas para la instalación de las energías renovables y sus redes de evacuación. Deberían evitar zonas de alto valor ambiental y paisajístico y ubicarse preferentemente en suelo industrial o en lugares como tejados, superficies urbanas o carreteras.
    2. Dimensiones adecuadas.Puesto que los macroproyectos tienen un mayor impacto, es necesario llevar a cabo esta transición mediante actuaciones de pequeño tamaño, descentralizadas y, siempre que sea posible, vinculadas al autoconsumo local. Es necesario promover la creación de proyectos diferentes a los que han funcionado hasta ahora, como pueden ser las comunidades y cooperativas energéticas locales.
    3. Investigación y desarrollo de nuevas tecnologías por parte de las empresas promotoras de grandes proyectos en energías renovables.Urge la creación de prototipos de aerogeneradores y placas solares que generen un menor impacto ambiental y que puedan ser más polivalentes en cuanto a sus lugares de instalación. Existen ya alternativas, pero necesitan un empuje para mejorar su eficiencia y para ser implementadas a una escala real.
    4. Preferencia por las empresas con actuaciones a largo plazo que favorezcan la salud medioambiental y la conservación.Estas son complementarias a la creación y distribución de energía procedente de fuentes renovables y se ejecutan en los territorios donde se implantan. Al mismo tiempo, rechazo sistemático a aquellas empresas que promuevan actuaciones poco éticas o directamente contrarias al medio ambiente (como la fragmentación de proyectos o la localización de los mismos en zonas de alta sensibilidad ambiental, entre otras).
    5. Estudios de impacto ambiental analizados por especialistas.La Administración debe exigir que no sean un mero trámite administrativo y que, tanto estos como las alegaciones a los mismos, sean analizados por técnicos expertos en cada disciplina. Los estudios de impacto han de ser estrictos, eficientes e independientes. Deben representar la realidad mediante un trabajo previamente documentado y comprobado en campo, y siempre realizado teniendo en cuenta la estacionalidad de muchos seres vivos.

    ¿De quién es la responsabilidad?

    Es la Administración, y no las grandes empresas, quien, mediante una planificación previa y ordenada, debe establecer el cuándo, el cómo y el dónde de los proyectos de generación de energía renovable.

    Los problemas complejos que involucran múltiples factores no pueden ser resueltos solucionando solo uno de ellos. En este contexto, MEDINAT es solo una pieza de un enorme puzle que crece por momentos, ya que el número de colectivos y personas sensibilizados con este problema aumenta de forma continua.

    El trabajo que todas estas personas están realizando y compartiendo de forma altruista está permitiendo matizar la visión romántica y poco realista de lo que significa utilizar espacios con alto valor ambiental para establecer infraestructuras de energías renovables.

    Pero nos queda el desafío más importante: aprender formas nuevas de vivir, de relacionarnos entre nosotros y con el medio ambiente y de impedir la inercia de las empresas y las Administraciones que aún trabajan con formas y objetivos del siglo XX.

    Fuente: The Conversation: Autoras: Estrella Alfaro Saiz y Esperanza Fernández

  • Cómo podemos ayudar a las aves a resistir el cambio climático

    5 - 6 minutos

    Las aves que observamos más a menudo hoy en día podrían ser diferentes de las que veamos dentro de unas pocas décadas.

    El clima está cambiando, y se prevé que continúe haciéndolo en el futuro. Algunas especies tendrán que desplazarse si quieren seguir disfrutando del mismo clima que en la actualidad. Pero las zonas que tendrán unas condiciones idóneas podrían no disponer de su hábitat preferido, empujándolas a una difícil decisión.

    Además, algunas se enfrentan a otras amenazas como la intensificación agraria, la contaminación por pesticidas, el abandono de los usos tradicionales del suelo o el desarrollo de campos eólicos. Estas amenazas podrían sumarse a la del clima, poniéndolas en aprietos. Afortunadamente, existen herramientas como los espacios protegidos que pueden ayudar a amortiguar estos impactos.

    Así, el cambio climático, la disponibilidad de hábitat y la protección frente a otras amenazas podrían determinar cuáles serán las aves más comunes en el futuro. También dónde las encontraremos.

    Acabamos de publicar un libro en el que analizamos estas tendencias y predecimos el devenir de 68 especies comunes en la España peninsular para mediados de siglo XXI.

    Ganadoras y perdedoras

    Las aves en España están respondiendo al cambio climático de forma variada. En los últimos veinte años, algunas especies se han visto favorecidas y otras perjudicadas por el calentamiento global.

    El cistícola buitrón, la curruca cabecinegra y el verderón común comparten la preferencia por los ambientes cálidos. Es probable que esto sea la causa del aumento en su abundancia registrado en las últimas décadas. Además, las predicciones postulan que continuarán expandiéndose en el futuro, siendo algunas de las beneficiadas por el cambio climático.

    Por el contrario, la alondra común prefiere el fresco de la montaña. En la época reproductora nidifica en pastizales, prados de siega o páramos por encima de los 1 500 m de altitud. Pero el calentamiento global empeorará el clima de las parameras donde hoy en día es más abundante. Por tanto, tendrá que conformarse con condiciones climáticas subóptimas que harán que sus poblaciones sean menos numerosas.

    La abundancia de la alondra disminuye a medida que aumentan la temperatura y la precipitación. Esto nos indica que esta especie prefiere ambientes frescos y secos.

    Algunas están de suerte

    El carbonero garrapinos también prefiere los ambientes frescos de los bosques de montaña. Como para la alondra, los modelos predicen que el clima reducirá sus poblaciones. Sin embargo, los registros de SEO/BirdLife desde 1998 indican lo contrario: sus poblaciones han ido aumentando poco a poco desde entonces.

    Paradójicamente, su salvación puede estar muy relacionada con el ser humano. Como sugiere su nombre, el garrapinos habita principalmente en bosques de coníferas. Por ello, el aumento de la superficie forestal registrada en España a causa del abandono rural podría estar compensando las limitaciones impuestas por el clima.

    De hecho, el carbonero garrapinos no es la única especie afortunada. Otras aves forestales como el pico picapinos, el arrendajo euroasiático, el mosquitero papialbo, la curruca capirotada, el reyezuelo listado, el trepador azul, el zorzal común y el zorzal charlo podrían correr la misma suerte. Mientras que el calentamiento global hará más difícil su supervivencia, el aumento de sus hábitats preferidos jugará a su favor.

    Carbonero garrapinos (Periparus ater). John GB Garrett / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Impacto del cambio climático en las aves

    Para predecir el impacto del cambio climático sobre las aves necesitamos conocer qué condiciones de temperatura y precipitación son sus preferidas. Para estudiar y modelizar las preferencias de las especies, observamos dónde son más abundantes actualmente.

    En este caso contamos con los datos de campo recogidos por cientos de observadores voluntarios que colaboran en el programa SACRE de SEO/BirdLife. Sus registros han permitido estudiar la tendencia de las aves comunes reproductoras en España, año tras año, desde 1998.

    Ejemplar de pico picapinos (Dendrocopos major). Sławomir Staszczuk / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Curruca rabilarga (Sylvia undata). Jürgen DietrichCC BY-SA

    Gracias a este tipo de datos, sabemos que el abejaruco europeo y la golondrina común son más abundantes en zonas cálidas y secas. Y que el pico picapinos prefiere las regiones más frescas y húmedas.

    Además, sabemos que la curruca rabilarga selecciona las zonas arbustivas. Y que las mayores abundancias del cistícola buitrón se dan en carrizales, juncales y campos de cereal.

    Para predecir cómo se enfrentarán las especies al cambio climático, utilizamos modelos matemáticos. Con ellos relacionamos la abundancia de cada especie con la temperatura y la precipitación registrada en cada lugar. Después, utilizamos esos modelos para predecir cuál será la abundancia de la especie en el clima futuro. Así podemos saber si se espera un aumento o reducción de sus poblaciones y dónde ocurrirán estos cambios.

    Mitigar los efectos del cambio climático

    Existen algunas estrategias que pueden ayudar a conservar las especies de aves que se verán más afectadas por el cambio climático.

    Por un lado, se puede favorecer el desarrollo o mantenimiento de ciertos tipos de hábitat en lugares que beneficien a varias especies. Por ejemplo, los pastizales de altitud favorecerán la supervivencia de la alondra en sus refugios climáticos de los sistemas Central y Bético. La disponibilidad de estos espacios podría así compensar el efecto negativo del cambio climático.

    Áreas prioritarias para la alondra común para mediados de siglo, considerando el clima, el hábitat y su protección. Villén-Pérez S, Carrascal LM, Palomino D (2022) 'Cambio climático, hábitats y Red Natura 2000: el futuro de las aves comunes en España'. 167 pp. Uno Editorial. Madrid

    Otra estrategia es diseñar espacios protegidos dirigidos a preservar las aves del mañana. Algunas de las regiones que serán especialmente importantes para conservar las aves en el futuro se encuentran poco protegidas. Un ejemplo es Galicia, que se convertirá en el refugio climático de algunas especies en declive como la corneja negra, que cuenta con hábitat adecuado pero poco protegido.

    En el libro mostramos la responsabilidad que tendrá cada comunidad autónoma en la conservación de las aves comunes del futuro. Los resultados sugieren que algunas deberían programar un esfuerzo extra de gestión del territorio y de diseño de espacios protegidos.

    Lo que parece claro es que el cambio climático no afectará a todas las aves por igual. Dentro de treinta años algunas especies serán más raras y otras más comunes. Pero también parece evidente que no solo importará el clima, lo que abre una ventana de esperanza para las más desafortunadas. Ellas tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones y nosotros podremos contribuir a que lo consigan.

     Fuente: Investigadora postdoctoral en Ecología (Programa Talento de la Comunidad de Madrid), Universidad de Alcalá, Ayudante de Investigación  Universidad de Alcalá y Profesor de Investigación - CSIC, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).

  • La distribución del lobo en España sigue siendo una sombra de lo que fue en el siglo XIX

     4 - 6 minutos

    Somos, a la vez, testigos y motores de la pérdida de biodiversidad en todo el planeta. Vivimos una reducción generalizada en la abundancia de muchas poblaciones que puede llevar a su desaparición. Si este proceso se repite lo suficiente puede llevar a la extinción de especies.

    Gran parte del conocimiento que tenemos de estos declives proviene de la comparación de estimas que describen distribuciones y abundancias de poblaciones y especies a lo largo del tiempo. Sin embargo, los datos necesarios para calcular estas estimas solo han empezado a tomarse muy recientemente, en las últimas décadas. Para cuando estos datos comenzaron a estar disponibles, los impactos de las actividades humanas sobre muchas especies llevaban ya siglos ocurriendo.

    En otras palabras, la percepción que tenemos de los declives recientes puede ser una mera miniatura de los declives reales. Incluso los supuestos procesos de expansión de algunas especies pueden no ser más que espejismos, resultado de fijarnos en una ventana temporal muy limitada.

    En un artículo recién publicado en la revista Animal Conservation demostramos que este es el caso del lobo (Canis lupus) en España.

    Ayuntamiento de Llanes (Asturias) exhibiendo una pancarta que exige la eliminación (ya) del lobo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE). Eloy Revilla, Author provided

    ¿Está el lobo en expansión?

    La distribución del lobo en España alcanzó su mínima expresión en torno a 1980. Desde entonces, la especie ha recolonizado algunas zonas, aunque el número estimado de grupos ha permanecido prácticamente inalterado en los dos censos nacionales realizados (completados en 1988 y 2014).

    Estos cambios recientes han sido, en ocasiones, interpretados como una expansión del lobo y diversas voces han reclamado la necesidad de su control poblacional. La inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial impone fuertes limitaciones a estos controles. Esto ha encontrado una oposición entre algunos grupos sociales.

    En este contexto, es muy importante tener una evaluación objetiva de la tendencia a largo plazo de la distribución del lobo en España, más allá de lo que haya ocurrido en los últimos años. Pero, a falta de datos históricos, ¿de dónde puede obtenerse información sobre la distribución histórica del lobo?

    La respuesta se encuentra fuera del ámbito de las ciencias naturales.

    Composición mostrando el frontispicio de uno de los volúmenes del diccionario geográfico de Pascual Madoz, un dibujo de un lobo del sureste ibérico realizado por Ángel Cabrera y publicado en 1907 y la estima de la distribución del lobo en España. Animal Conservation, Author provided

    Hubo lobos en el 65 % de la España peninsular

    El diccionario geográfico editado por Pascual Madoz a mediados del siglo XIX supuso un titánico esfuerzo colectivo, con más de 1400 participantes, para describir cada núcleo de población y accidente geográfico español. Entre los elementos incluidos en las descripciones se encuentran a menudo especies de animales silvestres, fundamentalmente aquellas consideradas útiles (objeto de caza o pesca) y nocivas (lobo y otros carnívoros).

    Para el trabajo sobre el lobo revisamos las más de 11 000 páginas de los 16 volúmenes del diccionario, recopilando y localizando en el mapa más de 1500 menciones al lobo, distribuidas por todas las provincias de la España continental.

    Esa información es de por sí muy interesante, pero de ella no puede derivarse la distribución del lobo, como han hecho otros trabajos, ya que en muchos lugares de España el diccionario de Madoz no ofrece ninguna información sobre fauna y en ellos la falta de mención del lobo no puede tomarse por su ausencia.

    Dos lobos deambulan por la nieve en los montes de León. Alberto Fernández-Gil, Author provided

    Para solucionar este problema se recopilaron y localizaron también más de 5 200 menciones a otras especies de fauna terrestre. Así, consideramos como zonas de ausencia de lobo aquellos lugares en los que se mencionaban especies animales pero no el lobo.

    La colección de localidades con y sin lobo extraídas del diccionario de Madoz se usó junto con variables que describían características ambientales y de poblamiento humano para estimar la distribución del lobo en España a mediados del siglo XIX, a través de modelos estadísticos. Los resultados mostraban que la presencia de lobo era menor en las zonas más llanas, más aptas para la agricultura y con mayor densidad de población humana.

    El análisis de estos datos permite estimar que la especie ocupaba alrededor de 317 000 km², es decir, hasta de 65 % de la superficie de la España peninsular. Cabe resaltar que esta estima del área ocupada debe tomarse como un valor mínimo. El hecho de que en una localidad no se mencionase la presencia del lobo podría deberse a que la especie no se conociese en la zona (ausencia verdadera) o a que el informante local no considerarse importante esa información y no la aportase (falsa ausencia).

    Lobo fotografiado en Asturias. Alberto Fernández-Gil, Author provided

    El lobo está muy lejos de su recuperación

    Comparando la situación actual con la distribución histórica descrita a través de modelos, la superficie hoy ocupada supondría poco más del 30 % de la histórica. Con este marco, la supuesta expansión reciente supondría poco más que una estabilización del acusado declive sufrido por la especie.

    Una auténtica recuperación de la especie y de sus cruciales funciones ecológicas implicaría su retorno a las zonas de presencia histórica fuera del cuadrante noroccidental español, como contempla la recién aprobada estrategia española para la gestión y conservación del lobo.

    Este horizonte implica numerosos retos para la convivencia de humanos y lobos, especialmente en lugares en los que la presencia de la especie no forma ya parte de la memoria colectiva, pero también ofrece nuevas posibilidades en estas zonas.

    El trabajo recién publicado muestra el potencial de las fuentes históricas para conocer el medio natural e informar su gestión en la actualidad. Explotar correctamente estas fuentes implica un gran esfuerzo y requiere la aplicación de técnicas estadísticas apropiadas para corregir las lagunas y sesgos que contienen los documentos históricos. Pero el esfuerzo merece la pena si conseguimos ampliar el horizonte temporal en que evaluamos el estado y las tendencias de los ecosistemas y las especies que los ocupan.

    Fuente: Miguel Clavero Pineda, Científico titular CSIC, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), Alberto Fernández Gil, Biólogo, Estación Biológica de Doñana-CSIC, Eloy Revilla Sanchez,Profesor de Investigación del CSIC, Ecología y conservación de la biodiversidad, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) y Néstor Fernández

  • Las plantas ingenieras construyen las marismas

    5 - 7 minutos

    A pesar de haber estado maldecidas hasta la década de los 70 del siglo pasado, como el resto de humedales, las marismas con influencia mareal se encuentran entre los ecosistemas más productivos del mundo. De su producción no solo se beneficia el propio ecosistema, sino que también lo hacen los estuarios que las albergan y los ecosistemas litorales próximos.

    Un refugio de biodiversidad

    En las marismas se encuentran los hábitats necesarios para completar los ciclos biológicos de numerosas poblaciones faunísticas. Actúan como zonas de cría y guardería de estas especies. Entre ellas, muchas de interés comercial para nosotros y que obtenemos en los estuarios o con la pesca de bajura en el litoral.

    Estos parajes también son importantes para los millares de aves que las visitan desde ecosistemas alejados a miles de kilómetros. En sus largas rutas migratorias, aprovechan las marismas como áreas de repostaje, de descanso o de invernada. Su abundante producción les facilita los elevados recursos alimenticios y energéticos que necesitan para sus desplazamientos.

    Ejemplares de espátula común en las marismas del Odiel, Huelva (España). Ian Worsley / FlickrCC BY-NC-ND

    Las marismas también tienen implicaciones en el ciclo hidrológico y en los ciclos biogeoquímicos. Funcionan como sumidero de numerosos contaminantes y metales pesados.

    Además, suponen un almacén de CO₂, contribuyendo de manera significativa a lo que se conoce como sumideros de carbono azul. Se trata del carbono capturado por los organismos fotosintéticos de los océanos y de los ecosistemas costeros, entre ellos las marismas. Su papel se está demostrando vital a la hora de capturar y bloquear cantidades significativas de carbono durante períodos de tiempo muy amplios. Así, ofrecen un gran potencial para gestionar las emisiones de gases de efecto invernadero.

    Estos ecosistemas son igualmente importantes por atrapar y fijar sedimentos con su vegetación, modular avenidas fluviales y estabilizar las áreas litorales adyacentes. Además, nos proporcionan numerosos valores socioculturales, siempre que sepamos aprovecharlos de manera sostenible: pesca, marisqueo, cultivos, producción de sal, navegación, turismo y ocio, etc.

    Conocer mejor las marismas para conservarlas

    Debemos por tanto exigirnos la conservación de las marismas, e intentar recuperar aquellas que hemos ido degradando. Pero para ello, además de “perimetrarlas” y asignarles una figura administrativa de protección, es necesario conocer en detalle su estructura y entender los procesos que desempeñan las piezas vivas que componen su biodiversidad. Sólo así podremos mantener o restablecer sus funciones y seguir disfrutando de los bienes y de los servicios que nos ofrecen.

    Sin embargo, conseguir estos conocimientos no es casi nunca inmediato. Requiere de un gran esfuerzo y de una considerable cantidad de tiempo para los investigadores.

    Recientemente, hemos publicado el tercer estudio de una serie de publicaciones en Journal of Ecology que muestran cómo se forma una marisma costera. Concretamente, hemos estudiado las marismas del Odiel, en Huelva (España).

    Hemos seguido el desarrollo en el medio sedimentario y en la vegetación de estas marismas mareales, es decir, su sucesión ecológica, desde los años ochenta a la actualidad. Este trabajo ha necesitado de la participación de cuatro generaciones de investigadores e investigadoras de las universidades de Huelva, de Sevilla y de East Anglia en Reino Unido.

    La importancia de nuestra investigación radica en que, hasta hoy, ningún estudio había analizado una serie temporal tan amplia. Ha sido un análisis en tiempo real durante 35 años, desde el inicio de la formación de una marisma a partir de una planicie intermareal hasta una plataforma de marisma media emergida.

    Evolución de una zona de las marismas del Odiel entre 1986 y 2020. Author provided

    Los conocimientos que hemos obtenido sobre los mecanismos de sucesión primaria nos han permitido confirmar hipótesis científicas que al inicio de este estudio no disponían del respaldo experimental necesario. Aunque los elementos teóricos que aplicamos a la sucesión de las marismas fueran descritos hace ahora algo más de 300 años.

    En particular, nuestro estudio muestra los papeles centrales que desempeñan las interacciones positivas o de facilitación entre especies sobre las negativas o de competencia por los recursos. También confirma la hipótesis del gradiente ambiental (cómo varían estas interacciones entre especies a lo largo de gradientes ambientales) en la formación de estos ecosistemas.

    Cuando comenzó nuestro trabajo en 1984, el papel ecológico y evolutivo de la facilitación estaba lejos de ser aceptado como regla general. Tampoco estaba claro en ese momento que el estrés ambiental estuviera asociado con un cambio en las interacciones entre especies, pasando de la competencia entre ellas a la facilitación.

    De igual modo, el desarrollo geomorfológico ocurrido durante estos 35 años respalda la transición desde marisma sumergida a una marisma emergida. Algo que sólo estaba teorizado para esta elevación de marea.

    ¿Cómo se forman las marismas?

    En principio, los sedimentos arcillosos que arrastra un río en su tramo final van depositándose lentamente en aquellas zonas de aguas poco profundas del estuario que están más protegidas del oleaje y de las corrientes por los bancos de arena que trae el mar.

    Cuando estos sedimentos finos se acumulan y alcanzan una altura suficiente, son colonizados por la planta conocida como hierba salada (Spartina maritima).

    Spartina maritima.  José Luis Espinar, Author provided

    La hierba salada, que es capaz de vivir en fangos con muy poco oxígeno que pasan bajo el agua gran parte del día, actúa como una ingeniera ecológica. Modifica y suaviza las duras condiciones ambientales iniciales que soporta y permite así que lleguen otras especies que sin estos cambios no podrían vivir allí. Este tipo de relación entre especies es lo que conocemos en ecología como facilitación.

    La hierba salada produce estas modificaciones ambientales al atrapar continuamente con sus tallos, que actúan como una malla muy tupida, los sedimentos en suspensión que lleva el agua del estuario que inunda la zona durante cada marea alta.

    Los sedimentos, al depositarse, van creando zonas más elevadas y extensas que pasan menos tiempo sumergidas y que tienen más oxígeno en el suelo. Esto facilita que puedan ser colonizadas por otras especies.

    Una sucesión de plantas ingenieras

    La sapina (Sarcocornia perennis) es la primera especie capaz de vivir en este ambiente mejorado, acelerando el proceso de atrapar sedimentos. Es polinizada por otra especie estrechamente relacionada que vive en las zonas altas de la marisma, Sarcocornia fruticosa. El híbrido entre estas dos especies de sapinas coloniza el centro más elevado de los montículos marismeños, con condiciones ambientales aún más suaves y, con el tiempo, logra desplazar a su madre.

    Sarcocornia fruticosa en las salinas de Marchamalo, Cartagena (España). Nanosanchez / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Los montículos casi permanentemente inundados construidos inicialmente por la hierba salada, que es desplazada posteriormente por las sapinas, van uniéndose y aumentando en altura. Forman así una marisma de elevación media que se inunda mucho menos y coincide con el nivel medio de las mareas altas en esa zona.

    La última especie en llegar a esta marisma media en ascenso es la verdolaga marina (Atriplex portulacoides) que llega a ser la especie dominante de las marismas medias al crecer sobre las tres especies que habían llegado antes.

    Verdolaga marina (Halimione portulacoides). Meneerke bloem / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    En esta sucesión de colonizaciones, nuestro estudio muestra cómo la competencia es la relación más importante, aunque la facilitación domina las relaciones entre especies en condiciones muy estresantes.

    Si bien la aparición del híbrido de sarcocornia puede ser idiosincrásica de este sistema mediterráneo, las otras especies están ampliamente distribuidas en las marismas saladas europeas. En consecuencia, es probable que nuestros hallazgos sean ampliamente aplicables y tengan poder predictivo para la conservación y la restauración de marismas.

    Actualmente, las marismas deben ser consideradas como uno de los objetivos de carbono azul más atractivos y viables para cualquier proyecto de compensación de conservación o restauración en la mayor parte de nuestro litoral.

    En definitiva, nuestro estudio va a permitir comprender mejor cómo funcionan este tipo de ecosistemas, tan frágiles y amenazados, que son tan importantes para la biodiversidad, para la producción y para el equilibrio ecológico de nuestro planeta.

    Finalmente, cabe destacar la paradoja que supone el hecho de que estas tres décadas y media en las que hemos conseguido estos conocimientos suponen toda una vida para el investigador, pero son una excepción en la naturaleza por la rapidez con la que ocurre la sucesión en las marismas.

    Solo la investigación nos permitirá establecer las premisas necesarias para preservar nuestros ecosistemas y los bienes y servicios que nos ofrecen.

    Fuente: Eloy Manuel Castellanos Verdugo Profesor Titular de Ecología, Universidad de Huelva

  • Los riesgos de la energía eólica para los ecosistemas marinos

    6 - 8 minutos Cap de Creus, Girona, visto desde el mar en el que está previsto el despliegue del parque eólico marino Tramuntana. Shutterstock / Damsea

    Ante el cambio climático, es urgente reducir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Ello implica reducir el consumo energético y utilizar energías renovables como la eólica marina, señalada por la Unión Europea (UE) como un sector clave de la llamada “economía azul”.

    Para que Europa sea climáticamente neutra en 2050, se estima que la energía eólica marina debería aportar el 30 % de la demanda eléctrica de los Estados miembros. Esto conlleva un incremento de la capacidad eólica marina desde los 12 GW actuales hasta los 300 GW en 2050.

    Para cumplir con estos objetivos, se han instalado parques eólicos offshore (alejados de la costa) en el mar del Norte y el Báltico. Su implementación ha requerido la evaluación del impacto ambiental sobre los ecosistemas, siguiendo estrictamente la normativa pautada por la UE.

    En el litoral español, donde las empresas tienen interés en promover parques eólicos marinos al calor de los fondos europeos Next Generation, deben realizarse, urgentemente, estudios científicamente robustos e independientes sobre sus impactos potenciales en base a las características ecológicas y socioeconómicas particulares. 

    Riesgos para los ecosistemas marinos

    Tómese como ejemplo la costa mediterránea. El Mediterráneo es un mar semicerrado con gran biodiversidad y es ecológicamente muy frágil debido a las múltiples presiones humanas que experimenta. La instalación de parques eólicos constituye un nuevo riesgo para los ecosistemas mediterráneos.

    Los estudios realizados en los mares nórdicos, revisados durante el proyecto europeo Pharos4MPAs y el informe reciente de la IUCN, indican que las fases de construcción, operación y desmantelado de los parques eólicos marinos conllevan el riesgo de colisión de aves, mamíferos y tortugas marinas con las instalaciones.

    Estas infraestructuras también suponen otros problemas ambientales como los siguientes:

    • Contaminación acústica (causada por turbinas y el montaje de estructuras) para los mamíferos y otros animales marinos.
    • Contaminación por metales pesados procedentes de los ánodos de sacrificio.
    • Daño de los fondos marinos por las anclas y el tendido y despliegue de cables.
    • Destrucción o modificación de los hábitats y su biodiversidad.
    • Efectos dañinos de los campos electromagnéticosde los cables sobre los peces y otros recursos pesqueros.

    Es importante recordar que la mitad norte de la costa catalana alberga uno de los patrimonios de biodiversidad marina más importante de todo el Mediterráneo.

    Esquema de configuración de cables submarinos de un aerogenerador flotante. Fuente: Helenic Cables modificado por SENER.

    El parque eólico marino Tramuntana

    Por otro lado, el litoral español carece de una plataforma continental amplia (con algunas excepciones). Por eso muchas actividades humanas y espacios marinos protegidos se concentran en un espacio reducido. También se proyectan en esta franja cercana a la costa los parques eólicos marinos, pues más allá, las profundidades serían excesivas y no adecuadas para su anclaje.

    Un ejemplo es el recientemente propuesto parque eólico marino Tramuntana entre el cabo de Creus y el golfo de Roses (Costa Brava). Contempla la instalación de 65 turbinas con una potencia equivalente a casi el 90 % de la energía eléctrica requerida por la provincia de Girona.

    Ámbito del proyecto del parque eólico marino flotante Tramuntana.

    La ubicación del parque Tramuntana (incluyendo los cables del transporte de electricidad hasta la estación terrestre) sería adyacente a un amplio abanico de zonas protegidas: una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA Espacio Marino del Empordà), un Lugar de Importancia Comunitaria (LIC Sistema de Cañones Submarinos Occidentales del Golfo de León), dos reservas marinas (ZEPA, LIC y Zonas Especialmente Protegidas de Importancia para el Mediterráneo, ZEPIM Cap de Creus y El Montgrí-Les Medes-El Baix Ter), el Corredor de Migración de Cetáceos del Mediterráneo (declarado Área Marina Protegida por el Ministerio para la Transición Ecológica en 2018) y la zona Natura 2000 de la Bahía de Roses (zona marítima de los Aiguamolls del Empordà).

    En este contexto, se requiere el análisis exhaustivo de los potenciales daños ecosistémicos a gran escala –más allá de la zona ocupada por los aerogeneradores– en estas áreas ecológicamente frágiles.

    Además, los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático (como el temporal Gloria en enero de 2020) pueden deteriorar las instalaciones y comportar peligros adicionales para el medio natural a más largo plazo. Tampoco hay que olvidar el creciente riesgo de accidentes (colisiones de barcos con las turbinas, riesgo de fuego en las turbinas, etc.) que pueden conllevar graves daños para las personas y el medio ambiente colindante.

    Impacto en el paisaje y las costas

    Por otro lado, a diferencia de los mares nórdicos, en muchas zonas del litoral español el paisaje es un elemento clave de identificación y vínculo tanto para la población local como para los millones de turistas que visitan nuestras costas a fin de obtener los beneficios que nos propicia el medio marino.

    El contacto con el mar es saludable, permite la realización de actividades recreativas, y constituye patrimonio natural y cultural. Por este motivo el impacto de los megaparques eólicos marinos en zonas como el cabo de Creus, el golfo de Roses y Montgrí-Illes Medes, con un paisaje valioso y un conjunto arqueológico y monumental único (Empúries), es preocupante.

    Yacimiento arqueológico grecorromano de Empuries, en el Golfo de Roses, Cataluña, España. Shutterstock / JLJUSSEAU

    Tampoco puede ignorarse que se requerirá el despliegue de grandes infraestructuras para el ensamblaje, construcción y mantenimiento de los grandes parques eólicos, con la consiguiente industrialización de los puertos y la costa adyacente. Es más, estos grandes parques eólicos pueden conllevar en el futuro la creación de plantas de producción de hidrógeno para almacenar la energía eólica producida. Esta industrialización de la costa constituye una presión adicional sobre el medio litoral y marino.

    Los interrogantes que generan proyectos como el Tramuntana nos han llevado a elaborar un manifiesto, apoyado por más de 100 científicos de más de 20 universidades, centros de investigación y otras instituciones científicas españolas solicitando a las Administraciones públicas que consideren, con rigor e independientemente de lo que estimen las empresas, los riesgos de los parques eólicos marinos para el medio ambiente y se reconsidere la estrategia eólica marina para adaptarla a las peculiaridades ecológicas y socioeconómicas de la costa española, con un estudio de proyectos alternativos y dimensionados.

    Se deben evaluar los impactos del parque eólico y de las infraestructuras asociadas, y su rol en el mix energético local, autonómico y estatal. Y todas las evaluaciones y análisis deben ser accesibles públicamente y trazables respecto a sus fuentes de financiación.

    Fuente:  Autores: 

    Antonio Turiel Investigador científico, Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)

    Alberto Olivares Investigador contratado del Departamento de Ecología Marina, Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC)

    Ana Sabatés Freijo Investigadora científica en el Departamento de Recursos Marinos Renovables, Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)

    Elisa Berdalet Andrés Scientific Researcher, Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)

    Jordi Solé Ollé Profesor Agregado. Especialidad: oceanografía, sistemas energéticos, sistemas complejos y clima, Universitat de Barcelona

    Josep Lloret Director of the Oceans and Human Health Chair and the SeaHealth research group, Universitat de Girona

    Josep-Maria Gili Profesor de Investigación, Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)

    Josep Vila Subirós Profesor Titular Geografía Física, Universitat de Girona

    Rafael Sardá Borroy Investigador científico en la Unidad de Sistemas Socioecológicos Marinos y Costeros, Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC)