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El ecólogo que receta naturaleza contra los virus

El investigador del CSIC Fernando Valladares divulga en las redes sociales la relación entre la destrucción de la naturaleza y los riesgos de pandemias

El investigador y divulgador del CSIC Fernando Valladares, fotografiado en un parque próximo a su casa en Tres Cantos, cerca de Madrid (Emilia Gutiérrez)

El ecólogo e investigador Fernando Valladares sostiene que el mejor antídoto contra el riesgo de pandemias provocadas por virus es la preservación de la naturaleza.

“No hay sistema sanitario más capaz de defendernos de los virus que la naturaleza”, sentencia Valladares, quien dirige el grupo de Ecología y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (CSIC).

Este investigador ha cobrado gran protagonismo en las redes sociales, donde divulga el conocimiento sobre cómo detrás de los repetidos saltos de virus de animales a humanos está la degradación ambiental.

Él es lo más opuesto a un científico en su torre de marfil; su vitalidad y activismo se despliegan en vídeos y píldoras informativas ilustradas que ponen el foco en la poca conocida relación entre destrucción ecológica y pandemias o en enfoques diversos y complementarios del debate sobre la crisis climática.

“Si protegemos la biodiversidad, protegemos la salud porque ayuda a repartir la carga vírica entre las distintas especies y entre los individuos de esas especies; además atenúa los contagios…”

El ecólogo relata el valor del tesoro tal vez menos conocido de la diversidad biológica: “sirve de vacuna contra los virus”.

Se trata, en suma, de evitar que en la carrera evolutiva participen solo patógenos y humanos, pues “cuantas más especies intervengan y más especies intermedias coloquemos como colchón, el riesgo para nuestra salud es menor”.

Interponer especies entre los patógenos y el ser humano a modo de barrera es fundamental “para que, de alguna forma, mientras esas especies intermedias actúan de cortafuegos, el propio virus evolucione hacia formas menos letales para los mamíferos”.

Valladares cita numerosos ejemplos en los que la pérdida de diversidad biológica ha derivado en una mayor carga vírica.

Cita el caso de la enfermedad de Lyme, provocada por una garrapata que extrae la sangre de las zarigüeyas (pequeño marsupial) y los ratones, que azota la costa Este de América del Norte. “Cuando disminuyen las zarigüeyas, las garrapatas tienen más carga vírica; y la más mínima picadura tiene mayor riesgo para nosotros”, apunta.

Lo mismo se ha demostrado en enfermedades de origen aviar.

Cuando se merma la variedad de aves en el medio ambiente, los mosquitos que transmiten la enfermedad del virus del Nilo tienen más carga vírica.

En suma, “cuando hay muchas especies, se reparten los virus, la carga promedio disminuye, porque hay especie incompatibles con los virus, se interrumpen los contagios…”

En la naturaleza hay muchos mecanismos para amortiguar la expansión de pandemias: mantiene a raya la cantidad de individuos que pueden transmitir virus, con lo que evita que se disparen demográficamente las especies que pueden llevar patógenos.

La misma diversidad de especies hace también que los virus (o patógenos, en general) se alojen en huéspedes intermedios que bloquean su propagación, con lo que el virus se frena en esa especie intermedia (y la carga vírica global se diluye).

Además, la diversidad genética dentro de una misma especie favorece el desarrollo de mayor resistencia, pues ciertos individuos no sufren la enfermedad y son capaces de bloquear o reducir la transmisión del virus. Es lo que vemos con las grandes diferencias entre personas, unas que apenas sufren la enfermedad otras que enferman gravemente.

Frente al efecto protector de la naturaleza, la acción del ser humano activa mecanismos que propician las pandemias.

“La deforestación, la degradación natural y la destrucción de hábitats arruinan la función de equilibrio natural de especies que se establece gracias a un control demográfico respectivo”, dice. Todo lo que conduzca a la desaparición de especies allana ese camino.

La degradación de hábitat, la persecución, la caza indiscriminada o la competencia directa con la fauna para dejarla sin recursos, así como el empobrecimiento de los ecosistemas en general, causan una pérdida de diversidad biológica y abren una “autopista” para los virus, explica Valladares.

El declive de los animales salvajes incrementa el riesgo de transmisión vírica a humanos

El ecólogo describe en sus vídeos cómo la desigualdad social agita la sobreexplotación, lo que, unido a la globalización se convierten en el triángulo perfecto para las temidas pandemias.

La pobreza extrema promueve el consumo y comercio de animales salvajes que son reservorios naturales de muchos virus

Empobrecemos y simplificamos los ecosistemas, dejando solo las especies que nos interesan o, incluso, imponiendo las que nos interesan, afirma. “Pero los bosques simplificados no cumplen tan bien sus funciones ecológicas. Y ahora nos damos cuenta de que estos bosques apenas nos protegen de las zoonosis”, alerta.

El hombre irrumpe con un contacto intenso y directo sobre especies que pueden tener patógenos; promueve un comercio (muchas veces ilegal) de especies relacionadas recientemente con zoonosis, y maltrata a los animales hacinados en los mercados húmedos de Asia, el ojo del último huracán.

“Provocar estrés a los animales dejándolos varios días en jaulas hace que su sistema inmunológico se deprima; la carga vírica sube, y ese animal se hace más peligroso para los humanos”, alerta.

Mercado animales salvajes en China (Igualdad Animal)

¿Cómo pudimos pensar que destruir los ecosistemas y sobreexplotar los recursos no iba a tener consecuencias profundas en nuestras vidas?, se pregunta.

Por eso propone actuar contra los mercados de fauna salvaje (en África o Asia) y su economía de subsistencia.

“Pero los mecanismos de prohibición, sanción y penalización no sirven”, recuerda, antes de proponer “soluciones de compensaciones internacionales”, como bancos de hábitats o transferencia tecnológica para propiciar un desarrollo alternativo y no centrarnos en las prohibiciones.

“Aislarnos de la realidad, vivir de espaldas a la naturaleza nos hace más vulnerables; es, sencillamente, insostenible”, añade.

Cuando esta pandemia pase, debemos recordar que “la única prevención posible, la única forma de amortiguar las infecciones y que no lleguen a globalizarse y volverse letales, es rodearnos de ecosistemas saludables, funcionales y ricos en especies”.

La única forma de amortiguar las infecciones, para que no lleguen a globalizarse y volverse letales, es rodearnos de ecosistemas saludables, funcionales y ricos en especies

La consecuencia es que repensar nuestra relación con la naturaleza “nos lleva ineludiblemente a cuestionar nuestro mismísimo sistema socioeconómico”.

Fuente:  Antonio Cerrillo