La influencia de la meteorología en la batalla de la Ciudad Universitaria

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La destrucción de una tanqueta y la formación de una DANA sobre el centro peninsular cambiaron el desarrollo de la Guerra Civil en Madrid. Los detalles a continuación.

En las trincheras en la zona de las facultades de Medicina y Odontología, zona republicana, a la izquierda. Construcción de parapetos y trincheras en la zona republicana bajo la lluvia, a la derecha. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.

El verano de 1936 fueron meses cálidos y secos, el campo padeció una importante sequía, pero estaba inundado con la sangre de los españoles. Mientras la pesadilla de la guerra “in”-civil, como le gustaba decir a mi tío Antonio, aumentaba y se dirigía a la capital, Madrid intentó mantener una tensa normalidad.

Desgraciadamente toda España estaba en una situación mucho más difícil, partida en dos y sin posibilidad de reconciliación, excepto con el triunfo de uno de los bandos, bien los leales al gobierno constituido de la Segunda República o bien los militares que se habían sublevado.

Sin entrar en el “tú fuiste primero o tú fuiste más”, mi intención es realizar un análisis de la situación militar y la influencia que las condiciones atmosféricas pudieron tener en su desarrollo y en su evolución.

Los meses previos al asalto a la capital

Durante los primeros meses de la guerra, Madrid tuvo el triste honor de ser la primera gran ciudad en sufrir los devastadores bombardeos aéreos y en la invención de la expresión “quinta columna”, que se atribuyó al general Mola, cuando en una alocución de radio mencionó que: “mientras bajo su mando cuatro columnas se dirigían a la capital, había una quinta formada por los simpatizantes dentro de la ciudad”. Esta expresión fue utilizada en todos los enfrentamientos armados acontecidos después de nuestra guerra.

 

Situación de los frentes en noviembre de 1936. Fuente: Madrid en guerra: imágenes de la guerra civil española. Agencia EFE

Los meses de julio, agosto y septiembre fueron mucho más calurosos de lo normal y las precipitaciones muy escasas. En el observatorio de El Retiro, solo se recogió el 33% de la precipitación normal del verano.

Desde el punto de vista meteorológico, se espera al otoño para calmar algo la sequía estival, pero octubre negó la lluvia y la situación continuó complicándose. En este mes apenas cayó en Madrid el 25% de la precipitación normal.

La batalla de Madrid: Preámbulo

Así se denomina a los enfrentamientos que se produjeron entre el 8 de noviembre, inicio del asalto frontal contra la capital y el 23 de noviembre, cuando en la reunión de Leganés, el general Franco decidió cambiar de táctica y poner fin al asalto directo.

Dentro de este período, la parte principal del enfrentamiento y por tanto la más sangrienta, se produjo, entre el 15 y el 23 de noviembre, en la zona de la Ciudad Universitaria que en aquél entonces estaba mucho más descampada, con pocos edificios, ya que empezaba a agrupar a las facultades que estaban distribuidas por el interior de la ciudad.

En la zona de Madrid, los primeros días de noviembre, se caracterizaron por un tiempo seco, con pocas precipitaciones, dominio del sol, temperaturas altas para la época y algunas brumas matinales.

 

Reanálisis a 500 hPa de los diez primeros días de noviembre de 1936. Fuente: https://www.wetterzentrale.de/.

Justo unos días antes del comienzo del asalto, entre el 5 y el 8, la situación anticiclónica se empezó a debilitar, con una sucesión de frentes por el norte peninsular que hacen que en Madrid se recoja un total de 1,8 l/m2, con aumento de la nubosidad y sobre todo del viento, factores muy negativos para las operaciones militares de apoyo de los aviones de la época, por lo que la actividad de la aviación se vio notablemente dificultada.

También hay que tener en cuenta la orografía de Madrid. El río Manzanares atraviesa la ciudad de norte a sur por su lado oeste, aunque no siendo muy caudaloso supone un importante obstáculo y para poder atravesarlo bien hay que vadearlo, bien hay que levantar tus propios puentes o bien hay que conquistar los ya construidos antes de que puedan ser volados.

De norte a sur los principales grandes puentes que pueden facilitar el paso de tropas y de material son el de San Fernando, muy alejado del centro urbano, el de Castilla, el del ferrocarril o de Los Franceses, el de la República o del Rey, el de Segovia, el de Toledo y el de la Princesa. Además, las tropas franquistas una vez cruzado el río deberían luchar cuesta arriba, ya que los republicanos se encuentran a una altitud mayor.

Otra peculiaridad del Manzanares es que estaba canalizado entre los puentes de Los Franceses, al norte y el de la Princesa, al sur; por lo que o bien se intentaba vadear al norte o se debía de cruzar los puentes más meridionales.

La canalización de la época no tenía nada que ver con la situación actual. Imágenes de arriba abajo y de izquierda a derecha de los puentes de Toledo, 1930; de la Reina, 1934; de los Franceses, 1930 y de Segovia, 1934. Fuente: Biblioteca Digital Memoria de Madrid, http://www.memoriademadrid.es/.

Tras los primeros enfrentamientos en los barrios exteriores de Madrid, se estableció inicialmente un frente de unos 20 km de longitud, difícil de defender para las tropas gubernamentales, que tenían más hombres que fusiles y que estaban esperando el ataque por la zona sur.

La batalla de Madrid: la Casa de Campo

Cuando la situación meteorológica está bastante revuelta, con viento, chubascos y nubes, en la tarde noche del 7, los defensores tuvieron un PRIMER  golpe de suerte, una tanqueta italiana es abatida, según unas fuentes en la carretera de Extremadura y otras cuando intentó atravesar el puente de Toledo, algo más al sur.

En poder de uno de los tanquistas muertos los milicianos se apoderaron de una copia de las órdenes con todos los detalles del plan de ataque del día siguiente. La Junta de Defensa de Madrid tuvo unas horas para modificar su plan de defensa y trasladar parte de sus tropas hacia el norte, a la zona de la Casa de Campo y de la Ciudad Universitaria.

Frente a frente, entre 30 y 40.000 hombres, unos cansados por el rápido avance desde el sur pero con la moral alta por las victorias, otros abatidos por las continuas derrotas pero desesperados por no tener ya más lugar donde retirarse, van a librar la gran batalla por Madrid.

Evolución del frente de Madrid entre el 6 y el 23 de noviembre. Fuente: “La Guerra Civil Española, mes a mes”. Número 7, “La Batalla de Madrid, noviembre de 1936”. Biblioteca El Mundo.

Por un lado, lo mejor del ejército rebelde, con disciplina y acostumbrados al combate en África, y junto a ellos, miles de voluntarios muy motivados. Y por el otro, una abigarrada mezcla de milicianos, voluntarios de partidos y sindicatos, militares reincorporados al ejército, guardias civiles, carabineros y posteriormente Brigadas Internacionales.

El día 8, tras el paso del último frente de madrugada, amanece con más claros que nubes y al despuntar el día se produce el ataque. Por la zona de Carabanchel al sur, hacia el puente de Toledo, en una maniobra de distracción y con el ataque principal sobre la Casa de Campo. La señal fue un bombardeo artillero y de la aviación franquista sobre las tropas defensoras.

Las columnas rebeldes penetran en la Casa de Campo volando la valla perimetral en varios puntos, se intentó alcanzar el cerro Garabitas, sin éxito. Los republicanos aguantaron la primera embestida del ejército franquista, que comprobó amargamente que ya no basta con los avances a pecho descubierto de legionarios y regulares para hacer retroceder a los milicianos.

Durante los días 9, 10 y gran parte del 11 la situación meteorológica fue de calma, con una cuña anticiclónica que mantuvo los cielos poco nubosos, máximas elevadas para noviembre y mínimas no excesivamente bajas.

Fue el momento de la aviación, importantes combates aéreos entre los cazas, los que apoyaban a los bombarderos rebeldes en su intento de alcanzar las márgenes del Manzanares y los republicanos que querían, por todos los medios, impedirlo.

Los combates en tierra continuaron, con algo menos de intensidad que el día 8. En la tarde del 11 y durante la mañana del 12, un frente frío barrió toda la península Ibérica con precipitaciones de cierta intensidad en la capital, que recogió 6 l/m2 e hizo que las temperaturas descendieran notablemente, la nubosidad fuese variable e impidió los movimientos aéreos de apoyo a la infantería.

 Evolución del frente en la zona de la Ciudad Universitaria, entre los días 15 y 23 de noviembre. Fuente: “La Guerra Civil Española, mes a mes”. Número 7, “La Batalla de Madrid, Noviembre de 1936”. Biblioteca El Mundo.

El 13 amaneció frío y con mala visibilidad en la Casa Campo y en la ribera del río. Momento utilizado por las fuerzas rebeldes para realizar un importante ataque que consiguió ocupar y consolidar el cerro de Garabitas.

Se trata de una elevación del terreno en la Casa Campo situada a escasos dos kilómetros de la puerta del Sol, donde instalaron su artillería que así pudo bombardear con más facilidad a las fuerzas republicanas. Los madrileños llegarán a llamar “El lechero” al madrugador primer obús que se lanzaba diariamente desde este cerro.

Se combatió ya en el puente de Los Franceses y en el de Castilla y finalmente las tropas asaltantes lograron alcanzar las cercanías del río, en una línea de frente de aproximadamente 1.000 metros, entre el puente ferroviario y el Club de Campo, algo más al norte.

La batalla de Madrid: el cruce del Manzanares

Entre los días 13 y 18 la atmósfera se mostró estable, las altas presiones se adueñaron de la situación, aunque en la alta atmósfera había una entrada fría, que provocó que la mayoría de esos días fuesen frescos de madrugada, con nieblas o neblinas, con viento del norte y nordeste que complicó aún más las condiciones de los combatientes.

 Reanálisis a 500 hPa de los días 13 al 18 de noviembre de 1936. Destacar ya el 18 como desciende una vaguada hacia los Pirineos, causante de un cambio brusco en las condiciones atmosféricas en los días sucesivos. Fuente: https://www.wetterzentrale.de/.

El 14 se mantuvo una calma tensa a la espera de acontecimientos. Y el 15 se desató la tempestad en el frente. Como en el cuadro de Goya “Duelo a garrotazos” los dos ejércitos se prepararon para atacar, el primero que lo hizo es el sublevado; a las 9 de la mañana, unos 6.000 soldados se lanzaron a cruzar el Manzanares a toda costa, intentando entrar entre la Ciudad Universitaria, al norte y  el parque del Oeste más al sur.

Pese a la poca visibilidad en la zona, la carga se inicia con un gran bombardeo artillero y aéreo que pilló por sorpresa a los republicanos que estaban preparando su ataque.

En una hora se presionó tanto los puentes de Castilla y el ferroviario que Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor republicano en Madrid, decidió volar el primero de ellos.

Algo más al sur, tropas regulares vuelan la tapia de la Casa Campo para dar paso a una columna de tanques. Llegaron hasta el río, pero quedaron encallados sin poder avanzar, en una situación muy delicada.

Para intentar ayudarlos se fuerza un ataque suicida para vadear el río, fueron designados los regulares de la 2ª Compañía del Tercer Tabor de Alhucemas.

Con el agua fría hasta las rodillas, con el fuego cruzado de las ametralladoras intentando impedirles el paso, por la tarde, con muchísimas bajas, consiguieron cruzar. El paso fue en las inmediaciones del Club de Campo, rápidamente se adentraron en la Ciudad Universitaria, alcanzando la Escuela de Arquitectura.

La batalla de Madrid: la Ciudad Universitaria y el caos

El noroeste de Madrid era un caos. Hombres que van a reforzar las defensas, otros que las abandonan a la carrera, hombres que ocupan edificios, otros que los desalojan. Solo la llegada de otra fría noche ayudó a los defensores republicanos. Se calcula que cruzaron el río entre 200 a 400 soldados rebeldes.

 Imagen de una de las pasarelas utilizadas por las fuerzas rebeldes para facilitar el paso de las tropas de refresco en el asalto y posterior mantenimiento de la cuña en la Ciudad Universitaria, año 1938. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.

El día 16 la situación atmosférica se mantuvo, día soleado, con mañana fría y algo de niebla y tarde con buena visibilidad y temperatura agradable. Eran condiciones idóneas para continuar la masacre, tanto en tierra como en el aire. Los dos bandos se lanzaron a una lucha feroz, sin cuartel, unos por desalojar a los recién llegados y otros por ampliar su cabeza de puente.

La balanza terminó, en parte, inclinándose del lado franquista, que sin conseguir todos sus objetivos sí logró impedir el contraataque republicano y, además, conquistó la Casa de Velázquez y la Escuela de Agrónomos, un avance de unos 700 metros, pero con cuantiosas bajas por ambas partes.

 Imágenes de algunos de los edificios destruidos en el frente de batalla. Escuela de Arquitectura y Casa de Velázquez, antes y después de la batalla. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.

Por la tarde, mientras el bando rebelde sí consiguió relevar a las tropas del día anterior, con unas condiciones atmosféricas excelentes, la aviación franquista inició un masivo bombardeo de Madrid que duró varias horas.

Después de los bombardeos aéreos, la noche fue de relativa tranquilidad. Las condiciones meteorológicas siguieron muy estables y el día 17 se desató la batalla más dramática hasta la fecha, la más amarga, la más sangrienta. Se realizó un ataque en todo el frente, desde el barrio de Usera por el sur, hasta la Ciudad Universitaria al norte.

Aquí, una de las tres columnas atacantes consiguió llegar hasta las facultades de Medicina y Odontología al norte, aunque sin conseguir tomarlas, pero provocó la retirada republicana hasta el hospital Clínico.

Imagen de la destrucción causa por los combates en el Hospital Clínico, donde se luchó piso por piso y sala por sala. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.

Algo más al sur se amplió la cuña conquistando la Residencia de Estudiantes y el actual Rectorado de la Universidad Complutense de Madrid, aunque sin alcanzar la plaza de Moncloa, donde ahora está el edificio del Cuartel General del Ejército del Aire.

La batalla de Madrid: la Ciudad Universitaria y una lata de sardinas

El día 18 amaneció con cielo poco nuboso, temperatura fresca y algo de niebla, estas condiciones ayudaron a que el frente en la Ciudad Universitaria vuelva a convertirse en terribles cráteres volcánicos, y por doquier se siembre la muerte y la desolación.

La lucha fue hombre a hombre en el hospital Clínico y en la Facultad de Filosofía y Letras, también en el palacete de la Moncloa, que finalmente cae en manos rebeldes e impide que un contraataque republicano, procedente del norte, embolse a las tropas atacantes.

No hay un frente definido, se calcula que ya son unos 3.000 soldados rebeldes los que había en la cuña, con su vértice en el hospital Clínico, que ya no será recuperado por las tropas republicanas pese a los sucesivos ataques y con su base en la Casa de Campo.

Imágenes de algunos de los edificios destruidos en el frente de batalla. Facultad de Filosofía y Letras, antes y después de la batalla. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.

Por fin en la jornada del día 19 se pudo conseguir el relevo de los combatientes republicanos por hombres de refresco. A diferencia de lo que ocurrió en el bando franquista, donde legionarios y regulares marroquíes eran relevados cada día, a lo sumo cada dos, las filas republicanas tenían que resistir en sus puestos muchos más días.

Esto provocó que fueran diezmadas sin que las bajas pudieran ser fácilmente reemplazadas. Además, el cansancio, el hambre, la falta de sueño y las horas y horas de tensión nerviosa en primera línea provocaron efectos no deseados en los defensores. Su dieta más habitual era algo de caldo, un mendrugo de pan y una lata de sardinas.

La batalla de Madrid: el gran combate aéreo y el cambio atmosférico

También en esa misma jornada y gracias a las buenas condiciones meteorológicas, que pronto cambiarían, se produjo el mayor enfrentamiento aéreo hasta la fecha.

Durante toda la jornada, principalmente por la tarde, la aviación franquista, con un total en todas las operaciones de 30 bombarderos, acompañados de 24 cazas bombardearon Madrid de forma continuada. Despegaron del aeródromo principal de Ávila y de los cercanos a Madrid de Cuatro Vientos y de Getafe. Lo intentaron impedir las escuadrillas aéreas destinadas en Alcalá de Henares, Algete y Barajas, entre 12 y 15 aparatos republicanos.

Principales aviones que entraron en combate durante la batalla de Madrid. Imágenes de arriba abajo y de izquierda a derecha del JU-52, bando franquista; I-16, bando republicano, denominado Mosca o Rata; Fiat CR-32, franquista, mote Chirri e I-15, republicano, denominado Chato. Fuente: Museo de aeronáutica y astronáutica https://ejercitodelaire.defensa.gob.es/EA/museodelaire/index.html. La foto del I-16 pertenece a un modelo restaurado por la Fundación Infante de Orleans

Desde esta fecha y hasta el final del asalto directo, el 23 de noviembre, los bombardeos aéreos fueron constantes, pese a las malas condiciones meteorológicas, se atacó de noche para impedir el uso defensivo de los cazas, aunque la efectividad directa de las bombas no fue tan importante sí lo fue el intento de desmoralización de la población civil.

La batalla de Madrid: la llegada de una DANA y el fin del asalto

El SEGUNDO golpe de suerte vino con un cambio atmosférico muy importante; durante el día 19 se produjo una estrangulación del frente polar, que dio lugar a una profunda DANA y que a la jornada siguiente afectó principalmente a la zona centro.

El  día 20 amaneció frío, nublado, con lluvia, que se mantendrá durante casi toda la mañana, cayeron algo más de 7 l/m2, además de un sinfín de bombas, muchas de ellas incendiarias que provocan un caos continúo en la ciudad.

Los movimientos de la bolsa de aire frío fueron muy escasos, sucedió como en la batalla por Madrid, está en un punto muerto. Ninguno de los contendientes puede con el otro.

Mientras la lluvia siguió cayendo el día 21, con casi otros 7 litros, el frío y las nubes se mantuvieron; los rebeldes ocuparon algún edificio más en la Ciudad Universitaria, pero el precio en vidas fue cada vez más alto.

Las nubes bajas predominando y con mala visión durante estas jornadas impidió el apoyo de la artillería desde el cerro de Garabitas y tampoco la aviación pudo actuar sin poner en peligro a sus propias tropas. Apenas había 50 metros de separación entre las líneas, entre las trincheras, entre las dos Españas.

 Reanálisis a 500 hPa de los días 19 al 20 de noviembre de 1936. El embolsamiento frío se independizó el día 19, se desplazó al centro peninsular y provocó un cambio significativo en las condiciones meteorológicas, con importantes precipitaciones, mucha nubosidad y viento. Fuente: https://www.wetterzentrale.de/.

El día 22 se inició con niebla, siguió la inestabilidad atmosférica y se sucedieron las escaramuzas militares. No se trata de que las fuerzas republicanas estuvieran tomando la iniciativa, se trata de que el empuje de los rebeldes se estaba agotando.

Finalmente, el día 23, con los últimos coletazos del embolsamiento frío en altura y con una precipitación escasa en Madrid, se produjo la reunión de Leganés, entre los generales Mola, Saliquet, Varela y Franco. Se acordó finalizar el ataque directo sobre Madrid y mantener la cabeza de puente en la Ciudad Universitaria.

La batalla de Madrid: conclusiones:

Aún quedaban unos días para finalizar noviembre y serán los más lluviosos, entre el 25 y el 28, un temporal del suroeste provocó importantes precipitaciones, se recogieron cerca de 22 l/m2, que dejaron un terreno enfangado y difícil para los movimientos de tropas.

Justo en la madrugada del 29, cuando acaba el temporal meteorológico, nuevamente se inicia el terrestre, las tropas franquistas intentaron cortar la carretera de La Coruña en la zona de Pozuelo de Alarcón, unos 10 km al noroeste de la Ciudad Universitaria. La ofensiva no tuvo éxito.

Podemos considerar que, hasta marzo de 1937, momento en el que el frente quedó prácticamente definido, se luchó por Madrid, pero en la misma ciudad el combate no fue tan intenso como en estos días de noviembre, es el momento de intentar conquistar la capital cerrando el cerco, vendrán las batallas del Jarama, del 6 al 27 de febrero y de Guadalajara, del 8 al 23 de marzo, pero eso son otras historias.

La supervivencia de la ciudad fue épica, cercada, asediada y hambrienta, todavía le quedan 28 meses de agonía, en que las trincheras del frente, esos 50 metros de tierra de nadie, marcaron la separación insalvable de las dos Españas.

 

Fuente: Por Fernando Llorente Martínez