5G y coronavirus: cinco argumentos definitivos que desmienten su relación

Las sospechas de que el 5G podría ayudar a propagar el coronavirus se han hecho muy populares en redes sociales, y han sido incluso difundidas por personalidades relevantes del mundo de la cultura. Pero, ¿qué fundamento tienen? ¿Cuáles son los efectos del 5G sobre la salud humana? Te respondemos de la mano de un experto.

Entre las muchas teorías conspirativas que circulan acerca del origen del coronavirus, probablemente la que goza de mayor popularidad (tanto por los que se la creen como por aquellos que tratan de refutarla) es la de que el 5G, la quinta generación de tecnologías de telefonía móvil, de alguna manera habría ayudado a propagar el SARS-CoV-2. Muchos activistas ‘antiantenas’ e incluso determinados personajes reconocidos del mundo del arte y el espectáculo se han dedicado a difundir a lo largo de las últimas semanas una serie de ‘soflamas’ en favor de la conspiración. Pero, ¿de dónde viene este mito tan popular? ¿Qué efectos tiene el 5G sobre el cuerpo humano? ¿Tienen algún fundamento estas sospechas? 

Como ocurre con la mayoría de las pseudociencias, los argumentos de quienes defienden este bulo son fácilmente rebatibles para los expertos en la materia. Por eso, Muy Interesante ha acudido a Alberto Nájera López, físico, doctor en Neurociencias, profesor, investigador y coordinador de la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Castilla La Mancha. 

“Creía que esto del 5G ya estaba más que superado, pero la conversación no se termina”, es la primera reacción de Nájera al ser preguntado por la cuestión, que ha vuelto a hacerse muy popular en las redes sociales durante los últimos días. 

La idea de que el las ondas electromagnéticas del 5G serían, de algún modo, capaces de propagar este coronavirus nace de una 'conferencia' ofrecida por (el autodenominado doctor) Thomas Cowan el pasado 12 de marzo. Durante su intervención, Cowan hablaba de una supuesta relación entre el electromagnetismo de las nuevas tecnologías y la sucesión de epidemias en todo el planeta a lo largo del último siglo y medio. 
A continuación, exponemos, con ayuda del Dr. Nájera, cinco argumentos que ayudan a refutar definitivamente el mito de que el 5G puede propagar el coronavirus. 

 1. Es una hipótesis que carece de fundamento 

Sin demasiados rodeos, Nájera expone que la presunción de que el 5G puede ‘transportar’ un virus “ignora leyes básicas de la física y la biología. Es comparable a intentar explicar por qué la Tierra es plana, porque no lo es”.  

Para empezar, debemos comprender qué es lo que llamamos 5G: lo que lo conforma son ondas electromagnéticas no ionizantes; es decir, que no tienen la capacidad de ‘arrancar’ un electrón del átomo; y que por tanto no serían capaces de modificar, por ejemplo, el ADN de nuestras células como sí podrían, a largo plazo, la energía de miles de radiografías, por ejemplo.

A baja frecuencia, la radiación electromagnética, que es la que usan todos los aparatos que nos rodean (teléfonos móviles, televisión, radio, wifi...) no tiene capacidad para dañarnos. Por lo tanto, tampoco podrían empeorar un eventual caso de COVID-19 ni afectar de ninguna manera a su evolución, ni la de ninguna enfermedad. 

Y tampoco puede ‘transportar’ ningún tipo de materia: “La onda lleva energía de un sitio a otro, pero no te permite transportar nada; si esto fuera así, ya habríamos logrado hitos como la teletransportación”, cuenta Nájera. 

Debido a que las ondas electromagnéticas son ‘invisibles’ y el virus también lo es (al ser microscópico), es posible que algunas personas imaginen que dicho transporte es posible. “Es una interpretación de andar por casa de una mezcla de conceptos que no tiene sentido”, explica Nájera. 

Por si quedaran dudas, continuamos con más argumentos. 

 

2. El 5G no está desarrollado, sino que está implantado de manera muy puntual 

Un hecho que aporta una profunda incoherencia a la idea de que el 5G podría empeorar o propagar el coronavirus es que esta tecnología apenas se ha implantado en algunas grandes ciudades, y no en todos los países. "En Corea del Sur, que es la mayor red de 5G del mundo, es donde mejor han controlado la pandemia. Sin embargo, en países que están experimentando una grave crisis, como Perú, Colombia o incluso España, su implantación es muy limitada. Se están achacando unos efectos a algo que todavía ni existe”. Como vemos, ni siquiera hay correlación entre casos y antenas. 

Nájera continúa así: “Esta idea forma parte de una teoría conspiranoica que mezcla ingredientes de varias, como que existe un complot mundial de élites que han inoculado el virus y que luego vendrá la vacuna de Bill Gates a salvarnos a todos. Como argumento de película de ciencia ficción, se me queda incluso corta”, ironiza. 

3. La intensidad de las ondas del 5G no cambia mucho respecto a tecnologías anteriores 

Aunque el 5G estuviera ya implantado en gran parte de países, a algunos amantes de la conspiración todavía les quedarán dudas sobre la supuesta peligrosidad de su potencia. Pero lo cierto, como nos indica Nájera, es que las frecuencias que se están desplegando son muy próximas a las que se usaban ya con el 4G e incluso con el 3G.  

“Ahora mismo, está implementado un ancho de banda de 3,5 GHz (gigahercios); y además, está previsto que el 5G se instale en dos bandas más: de 700 MHz (0,7 GHz), que es la banda que usaba la TDT (Televisión Digital Terrestre) hasta hace poco y que se ha dejado libre para el 5G; y de 26 GHz (aún no implementada), de corto alcance e intensidad baja”. 

Para comprender los términos en los que nos movemos, Nájera nos ilustra con una metáfora: “Imaginemos que tenemos una autopista con 5 o 6 carriles, pero demasiada información hace que se saturen. Lo que se está planteando con el 5G es implementar 3 carriles más a nuestra autopista, aunque uno de ellos es el arcén, ya existe (el de 0,7 GHz). Así conseguimos tener más capacidad de servicio”. 

Ya hemos explicado que las ondas electromagnéticas del 5G, entre otras, son no ionizantes y, por tanto, no pueden dañar nuestro ADN. Pero la baja frecuencia e intensidad que se utilizan para las telecomunicaciones, limita mucho que puedan ‘penetrar’ en nuestra piel unos pocos centímetros: “La capacidad de entrar en el cuerpo humano es extremadamente limitada. Por encima de 10 GHz, la capacidad de penetración pasa a ser de unos pocos milímetros”.  

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el calentamiento de los tejidos es el principal mecanismo de interacción entre los campos de radiofrecuencia y el cuerpo humano. Pero los niveles de exposición a la radiofrecuencia de las tecnologías actuales dan como resultado “un aumento insignificante de la temperatura en el cuerpo humano”. 

Un ejemplo muy ilustrativo: el microondas, que sirve para calentar alimentos. A pesar de que su intensidad es cerca de un millón de veces superior a la de un teléfono móvil, es frecuente calentar un plato de pasta y que en el centro esté frío. 

Como apuntábamos, a medida que aumenta la frecuencia, hay menos penetración en los tejidos del cuerpo y la absorción de la energía se vuelve más limitada a la superficie del cuerpo. No obstante, la OMS añade: “Siempre que la exposición general permanezca por debajo de las pautas internacionales, no se anticipan consecuencias para la salud pública”. 

4. Treinta años de uso masivo de ondas electromagnéticas avalan que son inocuas 

Desde hace aproximadamente tres décadas, los seres humanos llevamos utilizando ondas electromagnéticas en telecomunicaciones personales de manera masiva. En todo este tiempo, los movimientos ‘antiantenas’ han denunciado sin descanso su utilización. Pero la verdad, como nos señala Alberto Nájera, es que “no hay estudios que demuestren lo que esta gente dice que pasa”. 

5. Existen organismos que velan por la seguridad de las ondas electromagnéticas 

Para más argumentos, existe una agencia que se dedica exclusivamente a establecer los límites masivos seguros de las ondas electromagnéticas no ionizantes que se usan en las telecomunicaciones. Se trata de la Comisión Internacional de Protección ante la Radiación No-ionizante (ICNIRP). Este organismo, precisamente, se ha manifestado en torno a la cuestión del 5G y el COVID-19. En su página web oficial, se puede leer lo siguiente: 

“La exposición a la radiación electromagnética de dispositivos 5G no causa COVID-19, ni tiene ningún efecto sobre el proceso de la enfermedad o los resultados de salud de aquellos que están infectados por el nuevo virus corona (SARS-CoV-2) que causa COVID-19. Según lo descrito por la OMS, debe entrar en contacto físico con el virus corona para infectarse con él, y como las ondas de 5G no pueden portar el virus, no pueden poner a las personas en contacto con él”. 

Por otra parte, el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), formado por expertos independientes en Medicina, Física e Ingeniería y de la que el propio Alberto Nájera es miembro, ratificó en un informe publicado en febrero de este año lo siguiente: “la población en general puede estar tranquila sobre las supuestas implicaciones que la radiofrecuencia emitida por esta tecnología podrían tener para la salud”. 

6. Entonces, ¿por qué se difunden esta clase de mitos? 

Muchas personas difunden mitos por fama, por repercusión mediática, o por intereses varios; y muchos usuarios de internet los reproducen porque les resultan convincentes, porque entran dentro de sus esquemas ideológicos o, sencillamente, por falta de información. Pero cualquier persona puede escoger dos variables que le interesen y manipularlas para que parezca que tienen relación, como hizo Thomas Cowan, al que mencionábamos al principio de este artículo. 

Hace algunos años, un desarrollador informático italiano llamado Alberto Brandolini emitió un razonamiento en Twitter que se hizo muy popular. Traducido al castellano, vendría a decir lo siguiente: “La cantidad de energía que necesitamos para desmentir una chorrada es diez veces superior a la que se necesita para inventarla”. 

Haciendo referencia a esta afirmación, Alberto Nájera concluye que, cuando este tipo de mitos científicos se hacen populares, muchos divulgadores y expertos tienen que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a desmentirlos: “Poca gente va a dedicar el esfuerzo, y esta es la estrategia a la que recurren este tipo de charlatanes”. 

La ciencia, una vez más, es la herramienta más apropiada de obtener información que nos permita ser libres. Este artículo ha sido elaborado con la colaboración de Alberto Nájera, Profesor de la Universidad de Castilla La Mancha (UCLM) y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).

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