El rechazo y la falta de recursos podrían tumbar el rastreo de contactos

Ms Tech

A pesar de que es una de las mejores estrategias para contener la pandemia a medida que se reactiva la economía, parece que lo tiene todo en contra. El número de rastreadores humanos es insuficiente, la gente no coge el teléfono, algunos ignoran los consejos y las aplicaciones no ofrecen garantías de éxito

La estrategia de rastrear contactos para detener la propagación del coronavirus (COVID-19) tiene cada vez más adeptos. Ya sea de forma automática mediante appsmanual a través de personas, o combinando ambas formas, la técnica sería una forma de controlar la pandemia mientras las economías se reactivan poco a poco sin provocar grandes reapariciones del brote.

Aunque hay varias opciones, distintos expertos coinciden en que el enfoque manual es el único que ha demostrado su éxito en epidemias previas, y que la eficacia de las aplicaciones todavía está por ver. El rastreo manual requiere contratar y formar a decenas de miles de personas para hablar con los contagiados, identificar a las personas que pudieron haber estado expuestas, y convencer a todos los que tengan riesgos de contagio de mantenerse alejados de los demás durante varias semanas.

Pero, a pesar de que el enfoque manual es una herramienta comprobada para contener los brotes de enfermedades altamente infecciosas, nuevos estudios y evidencias de los esfuerzos iniciales sugieren que este virus en concreto podría crear importantes desafíos para los programas de rastreo de contactos. Los persistentemente altos niveles de nuevos contagios en algunas áreas, la continua escasez de test de diagnóstico y las actitudes en torno a la privacidad podrían obstaculizar la efectividad de estos programas.

Reducir la tasa de contagio

El principal desafío del coronavirus es su potencial de propagación exponencial: sin medidas de contención, se calcula que cada persona contagiada infecta de media a dos o tres personas más, según la mayoría de las estimaciones (aunque algunos estudios sugieren que la cifra podría ser incluso un número mayor).

El objetivo del rastreo de contactos, igual que el del alejamiento social, es reducir el número de personas a las que infecta cada enfermo, hasta lograr que el "número de reproducción efectivo" (Re) sea uno o menos. En ese momento, el número de nuevos casos se mantiene estático o disminuye.

Pero para poder reducir esa cifra, los rastreadores de contactos tienen que poder alcanzar a una gran parte de casos y a sus contactos. Según un nuevo modelo, un equipo de rastreadores de cualquier región tendría que detectar al menos la mitad de nuevos casos sintomáticos y contactar con al menos a la mitad de las personas con las que esos casos han estado en contacto cercano para convencerlos de mantenerse alejados de los demás, para reducir la tasa de contagio un 10 % o más. (El estudio fue publicado como preprint en MedRxiv el 8 de mayo, pero aún no ha sido revisado por pares).

Si detectan con éxito al 90 % de los casos sintomáticos, contactan al 90 % de sus contactos, y todos se someten a pruebas de diagnóstico independientemente de si tienen síntomas, la tasa de contagio se podría reducir más del 45 %, afirman los investigadores.

En otras palabras, si el alejamiento social en una región determinada reduce el contagio por persona de 2,6 a 1, y este nivel de rastreo de contactos podría bajarlo hasta 0,55. Otra opción sería que la región en cuestión suavice sus medidas de confinamiento a la mitad para mantener constantes sus niveles de contagio.

El profesor de medicina de la Universidad de Stanford (EE. UU.) y coautor del estudio Joshua Salomon afirma: "Nos da algo de espacio para ser específicos y estratégicos con en términos del tipo de restricciones laborales, comerciales y sociales que se imponen".

¿Podemos llegar a esos niveles? Salomon cree que sí, pero añade que la mayoría de los países todavía no cuentan con un número suficiente de rastreadores humanos suficiente ni  con los sistemas de datos adecuados para conseguirlo a esa escala.

Ejércitos de rastreo

El éxito del rastreo de contactos dependerá de lo grande que sean los equipos, del desarrollo de nuevos casos y de lo rápido que respondan las personas en una comunidad determinada.

Localizar al 90 % de los contactos, por ejemplo, será especialmente difícil en regiones que todavía luchan con muchos nuevos casos. Por ejemplo, en EE. UU., EL estado de Massachusetts a principios de este mes puso en marcha un grupo de trabajo de rastreo de contactos de 1.000 personas. Pero sus nuevos casos confirmados todavía suelen superar los 1.000 diarios, por lo que, a diario, cada rastreador del equipo deberá rastrear a muchas más personas y convencerlas de que se mantengan alejadas de los demás. Pero cuando las reglas del confinamiento siguen vigentes, el número puede ser de solo dos o tres personas al día. Así que, a medida que los países relajan sus medidas de alejamiento social, la media de contactos de los casos contagiados podría aumentar a cerca de 20.

Un artículo de Redacción Médica señala que, en España por ejemplo ya hay cerca de 2.000 rastreadores humanos. Es muy probable que esa cifra sea insuficiente, si tenemos en cuenta que en EE. UU., la Asociación Nacional de Autoridades Sanitarias de los Condados y Ciudades estima que los esfuerzos de rastreo requieren 30 trabajadores por cada 100.000 personas. Por tanto, en España, la cifra necesaria sería de unos 15.000 rastreadores humanos para todo el país.

La tecnología podría ser una buena estrategia para complementar el rastreo manual. Las aplicaciones de teléfonos inteligentes que indican cuándo alguien pudo haber estado en contacto cercano con una persona contagiada ayudaron a China, que exigió a los ciudadanos de muchas ciudades descargar ese software, para aplanar la curva de su brote. Del mismo modo, las autoridades de Corea del Sur han utilizado información de tarjetas de crédito, imágenes de vigilancia y datos de GPS para rastrear la ubicación reciente de los casos con resultados positivos al COVID-19, así como aplicaciones de teléfonos inteligentes para garantizar que esas personas permanecieran en cuarentena.

Pero para que estos sistemas aporten algún beneficio, deben ser utilizados por franjas muy grandes de la población. Por eso, existen serias dudas sobre lo efectivas que podrían resultar, dadas las crecientes preocupaciones culturales sobre la privacidad y el hecho de que la recomendación de los expertos en derechos civiles sea que la descarga de estas aplicaciones sea voluntaria.

Actuar rápido y hacer muchos test

Un estudio publicado el 1 de mayo en la revista JAMA Internal Medicine sobre el rastreo de los primeros 100 casos en Taiwán revela que las personas son más infecciosas en los cinco días posteriores al inicio de los síntomas o incluso antes de tenerlos. Eso se suma a un creciente cuerpo de pruebas de que las personas con signos mínimos o nulos de advertencia, como fiebre y tos, son un importante grupo de portadores del contagio.

Eso destaca la importancia crítica del rastreo de contactos. El objetivo consiste en identificar a las personas que no saben que están infectadas y convencerlas de que se pongan en cuarentena antes de que contagien involuntariamente a otras personas. Pero es difícil identificar y rastrear a todos los casos si la gente no está tan enfermas como decidir someterse a la prueba de diagnóstico, y eso significa que los rastreadores de contactos deben actuar muy rápido para llegar a las personas antes de empezar a propagar el virus.

El profesor de epidemiología en la Universidad de California en San Francisco (UCSF, EE. UU.) e investigador principal del Programa de seguimiento de contactos de California, George Rutherford, afirma: "Suelo resaltar que, si se quiere hacer mella, hay que encontrar a las personas y aislarlas durante los cuatro días posteriores a la exposición. Probablemente incluso en los primeros tres días".

La posibilidad de propagar el coronavirus antes de que haya síntomas también subraya la importancia de disponer de mucho más test de diagnóstico. Dada la escasez de suministros, de los equipos de protección, de personal cualificado y de la capacidad de procesamiento, muchas veces, los test solo se realizan a las personas que tienen síntomas o a los profesionales sanitarios de primera línea.

Pero si pudiéramos someter a la prueba a todos los contactos cercanos de las personas infectadas, incluso si no tienen síntomas, la efectividad de los programas de rastreo de contactos podría aumentar hasta 2,2 veces, según Salomon y otros coautores del estudio.

Esto se debe a que, si una persona asintomática da positivo en la prueba, se activan otros esfuerzos adicionales para contactar y poner en cuarentena a todas las personas que se hayan expuesto a ese caso confirmado. Además, los investigadores creen que es más probable que las personas respeten los consejos de mantenerse alejadas de los demás si saben que están infectadas que si simplemente se les dice que podían haber estado expuestas.

El mes pasado, los investigadores del Harvard Global Health Institute (EE. UU.) estimaron que EE. UU. debería realizar al menos medio millón de pruebas de diagnóstico al día para encontrar los casos asintomáticos y poder reactivar la economía de manera segura. Ahora creen que esa cifra está más cerca de 900.000 test diarios. En cambio, la media diaria de las últimas semanas ha sido aproximadamente una tercera parte de ese cálculo, según el Proyecto de Seguimiento de COVID.

Un problema de actitud

El éxito de los esfuerzos del rastreo de contactos también requiere que las personas cojan el teléfono y presten atención a los consejos de unos desconocidos.

Lamentablemente, tantos años de llamadas automáticas y telemarketing han provocado que muchas personas ignoren las llamadas de números que no reconocen. La directora de programas de la Biblioteca Pública de San Francisco que participa en el grupo de trabajo de rastreo de contactos de la ciudad, Jana De Brauwere, asegura que al menos la mitad de las personas a las que llama simplemente no responden. Otros cuelgan cuando ella empieza a pedirles su información personal, como domicilio y fecha de nacimiento.

Rutherford de la UCSF considera que existe un desafío adicional para las regiones con grandes poblaciones de inmigrantes o residentes ilegales, donde las personas pueden tener miedo de interactuar o compartir su información con los funcionarios públicos. Los rastreadores de contactos de San Francisco están descubriendo que aproximadamente el 40 % de los contactos potencialmente expuestos son hispanohablantes, y muchos de ellos viven en situaciones de hacinamiento.

Incluso si los contactos atienden la llamada, existe la duda de si seguirán los consejos de hacerse la prueba de diagnóstico o ponerse en cuarentena voluntariamente. De Brauwere destaca que lo único que puede hacer es recomendar estas medidas y ofrecer apoyo para ayudar a que las cumplan. Puede ponerles en contacto, por ejemplo, con los trabajadores municipales que entregan alimentos y medicinas, o incluso buscarles refugio en situaciones extremas.

Kocher, que es miembro del Centro Schaeffer de Política y Economía de la Salud de la Universidad del Sur de California, añade que se suele pedir a las personas que no vayan al trabajo durante varias semanas. Algunas no pueden permitírselo, y otras temen perder sus empleos. Así que, si esperamos que las personas cumplan con esos consejos, es posible que tengamos que proporcionar incentivos adicionales, como apoyo económico para pagar sus facturas, subraya.

Hay otras razones para dudar del buen cumplimiento de estas peticiones entre ciertas personas y en determinadas partes del mundo, especialmente a medida que se politiza cada vez más la opinión pública sobre el peligro de la enfermedad y la idoneidad de las intervenciones gubernamentales.

En una publicación en Twitter a principios de mayo, el profesor de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Stanford (EE. UU.) Keith Humphreys afirmó que los funcionarios de salud pública estaban subestimando el hecho de que algunas actitudes hacia las autoridades gubernamentales podrían socavar los programas nacionales de pruebas y de rastreo de contactos. En su opinión, las órdenes de salud pública solo funcionan cuando la sociedad está dispuesta a cumplirlas.

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